De un tiempo a esta parte las muertes del ganado a manos de los lobos se han convertido en noticia habitual, casi diaria, en los medios de comunicación locales y provinciales, que se hacen eco del goteo constante de ataques que públicamente denuncian las organizaciones agrarias, siempre descontentas con la actuación de la Junta de Castilla y León en este controvertido asunto. En el lado opuesto del conflicto que enfrenta los intereses de los ganaderos con los del lobo se sitúan las organizaciones ecologistas, alguna de las cuales pone bastante empeño en escenificar su causa en defensa del lobo que incluso lleva en su nombre y a la que tampoco le acaba de convencer el papel que juega la Administración regional, que en último término es el organismo público que tiene competencias para gestionar este delicado juego de equilibrios y que, pese a las bofetadas que recibe día tras día de ambas partes, acostumbra a permanecer en silencio, lo que no significa que permanezca de brazos cruzados. Así lo defiende Nicolás González, jefe de Espacios Naturales y Especies Protegidas de la Delegación Territorial, quien asegura que la Junta de Castilla y León está «trabajando con rigor, tomando decisiones razonables para la situación en la que estamos», en clara alusión a la complejidad del tema.
La ausencia de datos oficiales de reses muertas a manos de los cánidos, pero también de los ejemplares de lobos que habitan en la provincia de Ávila, acaba dando lugar a un baile de números que suele resultar interesado. Así que hoy aquí les ofrecemos las estadísticas que maneja la Administración regional en base a los siniestros por ataques al ganado tramitados por sus agentes medioambientales cuando son requeridos por los ganaderos.
Esas cifras incontestables, facilitadas a este diario por la Delegación de la Junta, revelan que los lobos atacaron en 236 ocasiones a la cabaña ganadera abulense a lo largo de 2013, mientras que el año anterior fueron 111, lo que significa que en un solo año los ataques se han multiplicado por dos. También las víctimas de los cánidos se han duplicado, al pasar de 199 animales afectados en 2012 a 280 en 2013.
Estos datos han sido aportados por la Administración regional, que al hacerlos públicos no parece tener ningún afán por ocultar una realidad que viene a constatar lo que habitualmente denuncian las organizaciones agrarias al informar puntualmente de los ataques. De hecho, un portavoz más que autorizado en esta materia por parte de la Administración regional habla hoy alto y claro para explicar por qué cada vez mueren más cabezas de ganado a manos de los lobos y cuál es su postura en tan sensible asunto.
González comienza subrayando la necesidad de «relativizar los datos» porque, afirma, «las explotaciones afectadas por los ataques durante 2013 son 107 de las aproximadamente 2.500 ganaderías de extensivo que hay en la provincia de Ávila», y entre las que los han sufrido «solamente el 8% han tenido daños graves (entre 6 y 10 ataques) y un 2% muy graves (más de una decena de ataques)», precisa, al tiempo que asegura que son estas ganaderías «las que nos preocupan», de ahí que el cupo de lobos que pueden abatirse anualmente con una autorización excepcional sean precisamente los que habitan en los alrededores de esas explotaciones. En 2013, sin embargo, no fue posible acabar con ningún ejemplar «porque no es sencillo», si bien los agentes medioambientales seguirán intentándolo «en aquellas zonas donde los daños son graves y cuantiosos», que son «la comarca de Ávila, el bajo Alberche y algo de Gredos», desvela.
El jefe de Especies Protegidas señala que los agentes medioambientales que trabajan sobre el terreno están especialmente «encima» de esas explotaciones, «asesorando a los ganaderos en las medidas preventivas que pueden adoptar» contra los cánidos, entre ellas la incorporación de perros mastines, los vallados y otros elementos disuasorios. Pero, advierte, «disminuir los ataques de lobos al 100 por cien es imposible» porque la propia naturaleza está imponiendo su ley y hay que acatarla. En este sentido, González argumenta que «la población de lobo está bajando desde el norte hacia el sur» de la comunidad autónoma y «al haber más lobos, hay más ataques» porque, además, «Ávila es una provincia eminentemente ganadera, donde hay mucho extensivo» y los cánidos encuentran así presas fáciles con las que alimentarse.
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