La periodista y escritora Lara Siscar cerró el jueves el ciclo de abril de ‘El Episcopio presenta…’ trayendo hasta Ávila la esencia de su primera novela, La vigilante del Louvre, una obra de ficción que, como cualquier texto que aspire a un cierto nivel de calidad y a no agotarse en sí mismo, sabe ir más allá del argumento que le sirve de columna vertebral, que en este caso es el de tres mujeres unidas inesperadamente por el vínculo que crea en ellas la pintura El origen del mundo, de Courbet.
La novela, explicó su autora, «habla de las preocupaciones, de los miedos y también de las satisfacciones que nos puede dar la vida a todos y cada uno de nosotros, y también habla de la necesidad, o mejor dicho, del derecho que yo creo que todos tenemos de intentar mejorar nuestra posición en este mundo. Básicamente esas ganas de ir a mejor son lo que mueve a las tres protagonistas de la novela, que son tres mujeres muy distintas entre ellas pero con esa necesidad en común de encontrar su sitio en este mundo».
Esos tres personajes «absolutamente de ficción, Diana, Isabelle y Claudette, se mueven alrededor de un elemento real que es el cuadro El origen del mundo, y a todas les remueve algo en el interior que condiciona esa relación trenzada que he creado para ellas. A lo largo de la novela, y en paralelo con la historia irreal de esas tres mujeres, sí cuento la historia real de esa obra que se pintó en 1866 y pasó por muchas manos privadas que la escondían un poco como para disfrute personal, un trabajo que tardó mucho tiempo en hacerse público porque es uno de los cuadros más escandalosos de la historia del arte, al tiempo que una maravilla del realismo... no en vano Courbet está considerado el maestro del realismo y ver esta pintura es como estar delante casi de una imagen real, de una fotografía. Ese cuadro es también el denominador común que une a las tres protagonistas en un momento dado de la historia, y las tres llegan a interactuar entre ellas».
No es casual que esa reivindicación de luchar por un futuro mejor la haya enmarcado Lara Siscar en un entorno tan cultural como el que alienta el Louvre, porque, explica, «en esta vida todos intentamos hacernos nuestro camino. Yo vengo de una familia obrera, de gente muy buena y sencilla que se ha esforzado mucho para ofrecerme la mejor formación, y yo también me he esforzado mucho por hacerme camino en mi carrera, tanto en la periodística como en la literaria, porque conseguir publicar es para mí algo que casi roza la magia. Y sé que el libro tiene mucho de esa voluntad mía de superación personal y que ese ímpetu impregna también a esas tres mujeres que he inventado para La vigilante del Louvre».
Mientras disfruta del éxito de esta novela, «una obra muy pensada y muy trabajada que he hecho con mucho esfuerzo» y que ha dedicado a sus padres «para agradecerles que se han esforzado mucho para darme todo lo que yo he podido necesitar», Lara Siscar avanzó ayer que «ya estoy dando vueltas a una siguiente historia, porque me apetece y porque, en relación con lo que hablábamos de la superación personal, yo querría demostrarme a mi misma que esta primera novela no es un golpe de suerte, que hay algo de calidad en mi escritura, que hay algo de originalidad en mis ideas y que podría repetirlo en una nueva novela. No quiero que si no sucede sea por mi culpa, no quiero que si no sucede sea por pereza o porque no puse todo lo posible; sí quiero escribir una segunda novela, aunque soy muy consciente de que además de quererlo hay que estar muy preparado para poder crear algo que merezca la pena».