Como ocurre en tierras de la Blanca Paloma, miles de personas, muchas de ellas vestidas con trajes típicos andaluces, han participado en la tradicional romería del Cristo de la Luz, también conocida como el Rocío de Castilla y León, para celebrar Pentecostés.
Los romeros han partido en torno a las 9,30 horas de Lanzahíta para llegar una hora y media más tarde al pequeño anejo de Arenas de San Pedro, Hontanares, donde más de 300 jinetes han entrado por sus calles al galope antes los cientos de personas que les jaleaban a su paso.
Junto a esos caballos, yeguas y algún que otro burro, también han participado en esta fiesta, declarada por la Junta de Castilla y León en 2001 de Interés Turístico Regional, decenas de carruajes engalanados con adornos andaluces, así como romeros a pie que, en su recorrido hacia Hontanares han atravesado el río Tiétar, eso sí, haciendo alguna que otra parada para reponer fuerzas.
Abría el cortejo la carroza que portaba el Cirio pascual, de 80 kilos de peso, custodiado por numerosos romeros, que al llegar al anejo arenense ha sido entregado al Cristo de la Luz por las mayordomas en la ermita que desde hace más de cuatro siglos acoge esta imagen.
Todos los asistentes, en este sentido, recuerdan la leyenda que habla de un pastor de Hontanares que encontró una imagen del Cristo a orillas del río Tiétar hace más de 400 años. La figura fue trasladada a Lanzahita, de donde desapareció poco después, para volver a aparecer en el lugar donde el pastor la había encontrado, lo que se interpretó como un mensaje divino que indicaba que el Cristo deseaba ser custodiado donde había sido hallado.
Por esa razón, la romería se celebra, desde el siglo XII, entre estas dos localidades separadas por apenas siete kilómetros, con la presencia no sólo de gentes del Valle del Tiétar, sino del resto de la provincia y también de las comunidades próximas de Castilla La Mancha y Extremadura.
Este domingo, la tradición ha vuelto a cumplirse y tras llegar a Hontanares los romeros han asistido a una misa y a la posterior procesión, para después disfrutar de una comida de hermandad junto al río Tiétar en la que no han faltado las empanadas, los embutidos o las pastas, acompañadas por una refrescante limonada.
Tras este merecido descanso, llegaba el turno de regresar a Lanzahíta, donde se han vuelto a repetir las imágenes de las monturas entrando al galope en la localidad.