En esta primavera en la que las abundantes lluvias han pintado de verde intenso el campo abulense llama la atención el contraste que ofrece el amarillo chillón de la colza en flor, un cultivo que cada año suma nuevas hectáreas en nuestra provincia. Es en la inmensa llanura morañega, principalmente en la comarca de Madrigal de las Altas Torres, donde hay una mayor superficie de colza sembrada, que precisamente por lo exuberante del color de la planta durante la floración no pasa desapercibida.
La superficie sembrada de esta oleaginosa ha aumentado exponencialmente, hasta el punto de que en la última década se ha multiplicado por 150, lo que revela el interés de los agricultores abulenses por combinar los cereales con otros cultivos, destinados principalmente al uso industrial, como es el caso de la colza. Las exigencias de rotación de cultivos impuestas en la nueva Política Agraria Común (PAC), que obliga a buscar alternativas a los cultivos tradicionales es una de las razones de este incremento. Pero no la única.
En el año 2004 tan solo había ocho hectáreas sembradas de colza en la provincia de Ávila, pero diez años después la superficie cultivada era de 1.180 hectáreas, según las estadísticas de la Junta de Castilla y León. En la campaña actual, que concluirá en junio cuando la colza que ahora está en plena floración sea recogida, se estima que la superficie sembrada es aún mayor, superándose por primera vez las dos mil hectáreas. En concreto, son 2.350 hectáreas cultivadas de colza, de las que 1.950 hectáreas son de secano y el resto de regadío, a tenor de la estimación facilitada a este diario por el Servicio Territorial de Agricultura de la Junta.
Uno de los agricultores abulenses que cultiva colza es Agustín López Muñoz, que tiene diez hectáreas en el término de Rivilla de Barajas. «Llevo siete años sembrándola y en este tiempo me ha dado resultados variables», nos cuenta. «En dos campañas la colza fue el cultivo que mayor rendimiento me dio, entre 300 y 400 euros más por hectárea que el trigo o la cebada, pero otros dos años fueron malísimos», revela. La inevitable dependencia que la producción agrícola tiene del clima es lo que acaba determinando el resultado de la cosecha. No obstante, él también reconoce que esta planta encierra aún misterios para los agricultores abulenses porque «llevamos poco tiempo cultivándola». Lo que sí tiene claro es que la evolución del cultivo depende en gran medida «del nacer de la planta», fase condicionada por «las lluvias» que caigan en esa primera fase. «La colza se siembra después del verano, un poco antes que el cereal», desvela. Este agricultor morañego señala también que «la faena» que exige este cultivo es «parecida a la de los cereales», aunque «lleva menos trabajo» que el trigo y la cebada porque «no hace falta que la colza esté muy arada», apunta.
LEA LA NOTICIA AMPLIADA EN LA EDICIÓN IMPRESA