Solo el sonido de las chicharras se escucha en este paraje de La Moraña, un cerro situado entre Tiñosillos y Pedro Rodríguez, donde se eleva la torreta contra incendios de La Cuquilla, muy próxima a la ermita del Cristo de los Pinares. El pino es, de hecho, la única especie arbórea que puede verse en los alrededores; el resto del paisaje es la llanura morañega en estado puro, cereal seco a punto de la siega. Y éste es, precisamente, uno de los factores de riesgo que tendrán muy en cuenta las dos personas que se encargan de la vigilancia desde esta torreta, llamados ‘emisoristas’ en el argot del operativo. «Ésta es una comarca forestal, pero también agraria y ahora empieza la cosecha, así que habrá mucho incendio provocado por el uso de maquinaria agrícola», apunta David Sánchez, agente medioambiental de la Sección de Protección a la Naturaleza desde hace casi tres décadas.
El de los vigilantes es un trabajo a prueba de vértigo, no en vano las torretas contra incendios como la que tenemos ante nuestros ojos se encuentran de media a dieciséis metros sobre el suelo. Para llegar arriba hay que superar dos tramos de escaleras y, una vez en la plataforma superior, la vista se pierde en el horizonte. «En un día claro se puede alcanzar a ver más de 50 kilómetros, desde aquí se ven las provincias de Segovia, Valladolid y Salamanca», indica.
Y es que las once torretas que hay en la geografía abulense están situadas en «lugares estratégicos» precisamente para que puedan cumplir su «primera y tradicional misión», que no es otra que «la detección de los incendios», de forma que los ‘emisoristas’ que vigilan desde ellas sean «los primeros en dar los avisos» cuando se produce un fuego, señala Manuel Díaz, jefe de la Sección de Protección a la Naturaleza del Servicio Territorial de Medio Ambiente.
Cuarenta personas vigilan de día y de noche los montes de la provincia de Ávila desde las atalayas de estructura de hierro que constituyen las torretas contra el fuego, en su mayoría «vecinos del pueblo más cercano, buenos conocedores del terreno y de su toponimia», muchos de los cuales llevan «muchos años» desempeñando esta labor, indica David Sánchez.
Fue en la «década de los setenta, cuando no había teléfonos móviles y muy pocos fijos, cuando se estableció una red de torres de vigilancia que, a través de una red propia de comunicaciones de radio, se encargaban de dar los avisos de incendio», rememora Díez. Hoy, las tecnologías de la comunicación han evolucionado muchísimo, pero casi todas aquellas torretas que instaló el antiguo Icona «han perdurado» porque su ubicación es inmejorable. Eso sí, gracias a los avances de la tecnología el personal de las torretas contra incendios dispone hoy de «dos emisoras de radio, una en canal directo y otra a través de repetidor, que junto a los radioenlaces que tenemos permite que cualquier torre de la provincia escuche a las demás» en el caso de que se necesite. Si bien, la segunda misión de las torretas es «servir de enlace entre la central de Ávila y los medios del operativo contra incendios», precisa Manuel Díez.
Cuando un ‘emisorista’ detecta humo lo primero que hará será comunicarlo a la base de helicópteros que tiene asociada» su torreta e, inmediatamente después, dará aviso a la central de Ávila, que contactará con el agente medioambiental que esté de guardia y con los medios de esa comarca, detalla el jefe del Servicio de Protección de la Naturaleza. De este modo, «cuando la torre confirma el incendio, ya el helicóptero y el agente han salido» hacia el lugar del fuego y «los medios están ya en camino» para iniciar la extinción, subraya.
Díez hace especial hincapié en «la importancia» que el operativo contra incendios le otorga «al vigilante de la torre, ya que solo de él y de su vista depende la puesta en marcha de un helicóptero sin necesidad de que ese aviso pase por ninguna otra persona», asegura.
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