El pequeño Javier Pericacho , que el próximo día 10 de febrero celebra su 13 cumpleaños, ya tiene una silla de ruedas nueva. Se trata de un elemento imprescindible en su vida y en la de su madre, Charo Pericacho, una vecina de Arévalo que desde el pasado año ha removido Roma con Santiago para conseguir el dinero necesario para adquirir este aparato con el que Javier puede moverse. Charo comenzó pidiendo ayuda a sus vecinos, que iniciaron una recogida de tapones, que luego eran enviados a una empresa palentina que pagaba por ellos. Muchas fueron las toneladas de tapones recogidas. Posteriormente, la empresa abulense Contenedores Lolo decidió ayudar a esta mujer dedicándose a la recogida de residuos informáticos que enviaban a una empresa madrileña que retribuía esta carga económicamente. De esta manera, José Manuel Martín, propietario de Contenedores Lolo, quiso colaborar en el loable objetivo de conseguir una silla de ruedas para Javier, un artilugio cuyo coste no podía asumir esta familia monoparental. Charo no paró ahí y decidió acudir a un conocido programa de televisión de difusión nacional y las ayudas empezaron a lloverle por todas partes. Una revista de tirada nacional también recogió esta historia «y en Navidades hemos recibido todo tipo de regalos», además de contar ya con la silla de ruedas adaptada para Javier, que fueron a recoger no hace mucho a San Sebastián de los Reyes». También hemos conseguido el plano, un aparato para que Javier pueda tenerse en pie», afirma Charo, que contará también con la ayuda de Mapfre para poder adaptar la casa a las necesidades especiales del pequeño. Esta es una historia con final feliz puesto que, gracias a la solidaridad anónima, en la mayoría de los casos y al tesón de esta madre, Javier podrá también vivir en una casa que acometerá obras de adaptación a sus circunstancias físicas. Sin embargo, hay muchas otras situaciones similares a las de esta familia arevalense que bien merecen el apoyo ciudadano, la solidaridad sin condiciones.
antecedentes. Cabe recordar que a principios del pasado año 2012, los vecinos de Arévalo se comenzaron a afanarse en recoger todos los tapones de las botellas de plástico que encontraban con un fin muy concreto y solidario. La intención de esta recogida era enviar el material a una empresa que los recicla y, a cambio, entrega dinero a una familia que lo necesita con apremio. Y es que Charo Pericacho, a sus 51 años, divorciada y con dos hijos menores a su cargo, necesitaba una nueva silla de ruedas para uno de ellos, Javier, que sufre parálisis cerebral desde los tres meses de vida, momento en el que el bebé fue aquejado de una muerte súbita de la que se recuperó «aunque le faltó riego al cerebro y sufrió daños irreversibles». De tal manera, este niño, que va a cumplir 13 años, es un gran dependiente y la razón de vivir principal de su madre, aunque también atiende a su hermano mellizo, Manuel, un chaval que ayuda en casa todo lo que puede pero que se enfrenta a su propia vida no sin dificultades. El día a día de Javier está repleto de actividad. Acude al colegio Los Arevacos cada día, como cualquier otro escolar, y pasa la mañana en las dos aulas sustitutorias de este centro, atendido por especialistas. «Allí está Javi desde las 9.30 hasta las 14,30 horas», afirmaba esta madre coraje que lleva luchando por su hijo toda la vida. También pertenece a Aspaim y a Respirávila y su madre se afana en conseguir lo mejor para él. Así que, en el invierno inventa juegos y le mantiene en actividades que le ayuden a mejorar sus condiciones cognitivas. En el verano van a la piscina, dan largos paseos (gracias a la silla) y trabajan duro también. La silla de ruedas que necesitaba Javier, cuyo coste era de unos 6.000 euros, es especial, incluso el montaje ha de hacerlo un especialista, y conseguirá que el día a día de Javier sea un poco más llevadero.