Victoria Lafora

Victoria Lafora


Hombres de ayer y hoy

09/05/2024

Rodrigo Rato y Eduardo Zaplana reflejan esos liderazgos de la derecha regresando a un PP que prefiere mirar para otro lado. Pero fue su paso por los gobiernos de Aznar, ese actual martillo de herejes, el que les otorgó una capacidad de ordeno y mando que les hizo creerse intocables.

Los juicios contra ambos por enriquecerse, hartamente, a base de sociedades interpuestas, fraude al fisco y mordidas, según las acusaciones de cada uno, son como una película de los tiempos del basural y la prepotencia.

El alegato de la fiscal contra Rodrigo Rato es una mezcla de descripción y estupor ante la desatada soberbia del acusado que, no solo no reconoce ninguna de sus gestiones fraudulentas, sino que se permite descalificar al tribunal y dirigirse a sus miembros de manera altisonante. Solo le ha faltado gritar: "¡Vd no sabe con quien está hablando!" La escena de su secretaria de toda la vida, que fue detenida y acusada de colaborar en el fraude, llorando en la sala de vistas sin entender como su "jefe" había podido utilizarla de esa manera, refleja el respeto por los subordinados de quienes creyeron que todo era suyo.

La fiscal, en su impecable alegato, relató como el exvicepresidente con Aznar se aprovechó, también, de la amnistía fiscal de su excompañero de filas, Cristóbal Montoro, para "limpiar" el dinero que ocultaba.

En paralelo, pero en Valencia, otro exministro, Eduardo Zaplana está viendo como sus colaboradores han contado al tribunal los modos y maneras de las "mordidas" de las que está acusado. Incluso su amigo de la infancia, Joaquín Barceló, confesó que había sido su testaferro durante años. Entre otras, fue titular de una sociedad de nombre Costera de Glorió con la que Zaplana compró un piso en la calle Núñez de Balboa en Madrid, según el sumario.

También los Cotino, gente de poder en la Valencia del PP, admitieron haber pagado sobornos por las concesiones irregulares de la Generalitat. Y el círculo se estrecha cuando su exchófer relató al juez cómo le daban sobres para que llevara a diferentes destinatarios cuyos nombres dijo no recordar. Curiosamente, este chofer, al igual que el marinero del yate que se compró Zaplana, cobraba siempre en metálico.

Tantos años después de sucedidos los hechos narrados ahora en los tribunales, los dirigentes políticos de los diferentes partidos no han aprendido nada. Siguen creyéndose por encima de la ley y soñando con enriquecerse rápidamente. Creen, como creyeron Rato y Zaplana, que nadie se atreverá a tocarles.

El poder se siente como una vacuna que permite tropelías económicas que acaban calificándose como prevaricación, blanqueo o cohecho. De nada sirve el oprobio de las vistas públicas con las vergüenzas al descubierto. No aprenden. Y sus partidos tampoco.

ARCHIVADO EN: Rodrigo Rato, PP, Valencia, Madrid