Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Primavera Comunera

27/04/2024

Primavera castellana, derroche de luz y color: de luz en tus verdes praderas, de color en tu cielo añil con adornos de algodón. Toques rojos de amapola, rosados del árbol en flor, mientras la espiga se espera, vibra el campo embriagador. Los caminos polvorientos que recorren la comunidad, se transitan entre risas, cuando el sol brilla sin apenas calentar. Ya vendrá el verano sofocante a su polvareda machacar mientras nos escondemos a la fresca para poder aguantar. Cuando marzo avanza hacia abril la lluvia arrasa el horizonte plomizo que espera revivir. La Castilla de Agapito, la Castilla del Mester. Suenan las dulzainas y el eco del tamboril: anuncian el renacer del campo, el equinoccio lucido de retoños esmeralda que bailan una jota sin fin. Jota castellana, jota comunera que cada mes de abril, cubres de tradición la campa de cierta villa de Valladolid.

Primavera comunera, rebeldía y rebelión, resuenan por toda Castilla como un eco sin voz. La desolación no desaparece, se transforma en indolencia, escondida entre los escenarios castellanos, floridos en primavera. Desaparecidos entre los brotes de los almendros, tan delicados que dependen de las heladas, anestesiados entre sus pimpollos rosados y olvidados en la gloria que tuvimos en el pasado. Castilla de Machado, de tristeza y tradición. La más bella y adusta; olvidada, despreciada, se transforma en poesía. ¿Y cómo no hacerlo cuando la belleza es constante a partir de marzo, cuando la luz del sol lo transforma todo, cuando una tormenta engrandece el horizonte?

Poesía castellana, de finura y esplendor, de musical belleza y de espera sin clamor. Retratos de la campiña verde, que espera volverse oro mientras las amapolas lo invaden con su canto sonoro. Poesía comunera, gimen las amapolas que todo ocurrió por aquí: a Castilla le entró el miedo un veintitrés de abril. Los tambores resonaban bajo las aguas mil, los cañones se agotaban sin apenas rugir. Qué sepa toda Castilla que nos perdimos por ser los primeros en pedir lo que hoy ya ni valoramos, lo que abandonamos sin respeto, más pobres de nosotros si lo perdemos. Amapolas comuneras que brotan cada año, luchando contra el olvido pero quedan relegadas al trigal, anécdota de color en los mares mesetarios donde también han perdido su significado. Ababol, como Castilla entera, no eres hoy sino poesía del ayer y del soñado mañana.

Cuentan que hay quien aún recuerda que la llama de la vida aun late en el trigal y que en el fondo simplemente espera que se aviven los recuerdos y volvamos a perseverar. Cuando abril de paso a mayo, y la rebeldía quede atrás, las lilas y las rosas juntas cantaran que fuimos los que más luchamos y los primeros que quedaron atrás. Más adelante, entrado el estío, verás a los girasoles brillar, intentando alumbrar el camino para volver a despertar, soñando con esa primavera en que dejemos de quedarnos atrás.