La deriva personalista de la clase dirigente crece en un país que está para pocos sustos. La confrontación política, y lo hemos dicho en varias ocasiones, es tan necesaria como sana para el debate de ideas y la posterior plasmación de propuestas legislativas que beneficien al conjunto de la sociedad. Pero de un tiempo a esta parte, los desmanes inopinados y las estrategias más variopintas se anteponen a la vocación de servicio público que debería prevalecer en cualquier decisión de nuestros gobernantes.
Viene todo esto a cuento de la reacción humana y política que ha tenido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, esta semana a raíz de la imputación de su esposa, Begoña Gómez. La primera de las reacciones, la humana, es comprensible desde una óptica personal y familiar; pero la segunda, la política, no es sólo inaudita en todo un presidente de la nación, sino que propicia la perplejidad general y una práctica de auto victimización fuera de lugar.
Estrategia o veracidad. Ya veremos en cuestión de días, de horas, incluso. Pero sea como fuere, el anuncio mediante carta dirigida a la ciudadanía en las redes sociales deja abierta una serie de interrogantes e incógnitas que ni muchos de sus propios correligionarios se atreven a despejar.
Esto, de algún modo, es un nuevo capítulo en la novela política que escriben con sus acciones y omisiones los responsables públicos en sede parlamentaria y en comparecencias de toda clase y color. Si el paréntesis reclamado por Sánchez responde a una argucia inverosimil sacada de su propio manual de resistencia y, a partir del lunes, todo siguiera igual, tendremos que colegir que el foco se pone de nuevo en lo particular y no en lo general. Es más, habrá sido una burda estratagema que, por el contrario, sí habrá servido para que todo el mundo en la esfera internacional sepa que la esposa del presidente de España tendrá que ir a declarar a los tribunales. Si la decisión es, en cambio, la renuncia al cargo de jefe del Ejecutivo, entraremos en una dinámica desconocida y en la que la actual legislatura tendrá, a efectos prácticos, un carpetazo bien cercano.
Sin embargo, mientras la moneda de este ejercicio de funambulismo cae de nuevo al suelo y se desvela si es cara o cruz, la realidad de la inmensa mayoría de los ciudadanos sigue su curso, con sus preocupaciones, anhelos y sentimientos. ¿Qué pensarán, por ejemplo, de este episodio las familias que no llegan a final de mes o, lo que es peor, las que están en situación de indigencia en España? No olvidemos que casi un 27% de la población residente en el país estaba en riesgo de pobreza o exclusión social a finales de 2023. Me temo que ellos no podrán decir lo mismo y verán la moneda lanzada al aire por Sánchez como algo distante, incomprensible.
No se trata de mezclar churras con merinas, pero lo cierto es que decisiones como la de Sánchez también agudizan una España de dos velocidades, en la que tampoco todo vale.