Marc Márquez (Repsol Honda RC 213 V) afronta este fin de semana, con la disputa del Gran Premio de las Américas, una nueva oportunidad para evaluar el alcance real de su recuperación en un trazado en el que resulta casi imbatible. Tal y como sucede en el circuito alemán de Sachsenring, Austin es uno de los escenarios en los que el ocho veces campeón del mundo se siente a gusto, pues allí logró su primera victoria en MotoGP, en 2013, que le convirtió en el vencedor más joven de la historia en la categoría reina. Y allí ha ganado todos los grandes premios disputados hasta la fecha, salvo el de 2019, cuando era líder destacado de la carrera pero una caída le impidió concluirla.
El piloto de Repsol Honda es noveno en la clasificación provisional del mundial y su gran y casi único objetivo es recuperar la mejor forma física y sus «sensaciones» de antaño sobre una moto que ahora le cuesta pilotar y que tampoco ayuda demasiado tras un año de escasa evolución de la misma.
Quien llega como gran dominador de la categoría a Austin es el francés Fabio Quartararo (Yamaha), que cuenta todavía con una amplio colchón de 48 puntos sobre su inmediato perseguidor, 'Pecco' Bagnaia, vencedor de las dos últimas carreras disputadas, mientras que el tercero en liza en la pelea por el campeonato, el español Joan Mir (Suzuki), parece haber perdido algo de ritmo en los últimos grandes premios, aunque todavía cuenta con opciones matemáticas al mismo al encontrarse a 67 puntos de distancia a falta de cuatro citas.
Bagnaia llegará a Austin con la «moral por las nubes» después de sus dos sensacionales triunfos en Motorland Aragón y Misano Adriático y aunque el trazado estadounidense nunca se le ha dado bien a las mecánicas de Ducati, el paso adelante dado por el ingeniero jefe de la marca de Borgo Panigale Gigi Dall'Igna, y todo su equipo técnico, ha permitido a la Desmosedici ser una moto mucho más manejable en casi cualquier tipo de circunstancias.
Además de Bagnaia por sus dos victorias, el líder del mundial Fabio Quartararo podría tener otros huesos duros de roer en el australiano Jack Miller o el francés Johann Zarco, el primero de ellos con la necesidad de 'deslumbrar' al mismo nivel que su compañero de equipo y el segundo, ya operado de los problemas de síndrome compartimental en uno de sus brazos que le impedían rendir al máximo nivel.