Verso libre de la política española, Esperanza Aguirre vuelve a la actualidad con un libro bajo el brazo, Sin complejos, en el que defiende que una derecha unida y orgullosa de su historia es el único camino que tiene el PP para volver a gobernar; y en el que critica a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias, pero también a quien fuera su jefe, Mariano Rajoy.
Publica este libro sobre el centroderecha con la actualidad política más cambiante que nunca...
En octubre me encargan este libro sobre el centroderecha en España. La fecha de entrega era el 1 de febrero, pero pido un poco más de tiempo para poder incluir las elecciones catalanas, que se celebraron el 14 de ese mes. Y con eso ya estaba el libro para ser presentado. Pero claro, lo que no esperaba es que la ambición desmedida de Pedro Sánchez y su convicción de que él es todopoderoso le llevasen a intentar arrebatar al PP los gobiernos de Murcia, Castilla y León, Madrid y quizás también Andalucía. Lo que no contaba era con los reflejos de esa gran política que es Isabel Díaz Ayuso, que convocó las elecciones antes de que le presentasen una moción de censura.
Habla de la ideología de Sánchez como únicamente afán de poder. ¿Se puede frenar a alguien así ?
No sé si su ideología es solo el afán de poder o tiene otra. Lo que está claro es que lo que persigue es permanecer en La Moncloa el máximo tiempo posible. Moral desde luego tiene poca. Porque este Gobierno Frankestein es fruto de una mentira flagrante, ya que él nos decía que no podría dormir con Iglesias en el Gobierno, pero luego se abrazó a él en cuanto pudo.
¿Reconoceremos a España si ese «Gobierno Frankestein» acaba la legislatura?
Ese es mi temor y por eso he escrito el libro. Me aterra que estos señores socialcomunistas no estén aplicando un programa de Gobierno, sino un programa de cambio de régimen para acabar con una época que solo ha traído a España beneficios políticos, económicos, judiciales, culturales...
Insiste en la necesidad de la batalla cultural y del rearme ideológico. ¿Aún está a tiempo el PP de ganar esa batalla o la izquierda lleva demasiada ventaja?
La izquierda lleva muchísima ventaja, pero la derecha aún está a tiempo de plantear esa batalla. De hecho, fíjese si lleva ventaja que hasta las simples palabras «derecha» e «izquierda» ya tienen connotaciones: en el caso de la izquierda, positivas, porque son todos buenos, siempre preocupados de los demás y sin interesarse por su propia fortuna, aunque luego multipliquen sus patrimonios; y sin embargo en la derecha somos todos malísimos, no nos preocupamos de los desfavorecidos… Por eso estoy absolutamente convencida de que dar la batalla cultural es lo que tenemos que hacer si queremos ganar las elecciones. Y, además, como Sánchez no es como Felipe González y no tiene inconveniente en abrazarse con el comunismo para seguir en el poder, debemos ganar no con un escaño más, sino con mayoría absoluta.
¿Cómo se supera el miedo de la derecha a hablar de la derecha?
No tenemos ningún miedo. La cuestión, según mi modo de verlo, es que durante el Gobierno de mayoría absoluta de Mariano Rajoy, el PP dejó de dar la batalla cultural. Dijimos que íbamos a bajar los impuestos y los subimos, que íbamos a derogar la Ley de Memoria Histórica y no lo hicimos, que íbamos a derogar la Ley de Violencia de Género que le quita la presunción de inocencia al 50 por ciento de la población (los hombres) y no lo hicimos, soltamos a Bolinaga, acabamos con la doctrina Parot… Todas esas cosas hicieron que se pasasen de los 11 millones de votos que tuvimos en 2011 a los cinco y poco que tuvimos años después.
Precisamente de esas decisiones surge un partido como Vox que ahora aparece como el gran rival del PP en las urnas…
Bueno, no creo que Vox sea el gran rival del PP.
Luchan por el mismo electorado...
Es evidente que gran parte del electorado de Vox procede del PP y ojalá seamos capaces de atraerles de nuevo. Pero de momento lo que tenemos que hacer, y es la tesis del libro, es dar la batalla cultural y estar orgullosos de nuestra historia. Por ejemplo, la Segunda República no fue el régimen idílico que nos venden. No fue una época «luminosa» como dijo Sánchez en el Congreso. Decir eso es una vergüenza. Por eso sorprende ver el 14 de abril a unos señores desfilando por Madrid, aunque eran pocos, con el retrato de Stalin. ¡Es que es alucinante! Eso lo ha prohibido la Unión Europea, que no permite la exaltación ni del fascismo ni del comunismo. Pero en España es al contrario. Tenemos ministros comunistas que presumen de ello...
En el libro elogia a Aznar y critica a Rajoy en este contexto de la batalla ideológica. ¿Dónde sitúa a Casado, más cerca de Aznar o de Rajoy?
Casado cuando arrancó como líder, en el congreso en el que ganó a Soraya Sáenz de Santamaría, nos provocó a todos una enorme ilusión porque hizo un discurso en el que dio todas las batallas ideológicas. Sin embargo, Casado cambia la estrategia en el verano de 2020 para, creo, recoger los votos de Ciudadanos, que había perdido 42 de los 52 escaños que tenía. Para lograr ese objetivo decide dar el giro al centro: cesa a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz, ataca personalmente a Santiago Abascal en la moción de censura, y ofrece una, para mí, desacertada entrevista en Rac 1 (en la que cuestionó las cargas policiales del 1-O). Pero luego llegan las elecciones catalanas y de los 30 escaños que pierde Ciudadanos, el PP no coge ninguno. Es decir, la estrategia no es acertada. Creo que la estrategia debe ser la de Isabel Díaz Ayuso, que da todas las batallas ideológicas. Pero ojo que esto no significa que yo hable mal de Casado. Al revés, él ha sido el que ha puesto a Ayuso donde está.
¿Aún hay esperanza para la unión del centroderecha bajo unas mismas siglas?
Creo que las últimas elecciones andaluzas produjeron un espejismo porque presentándose los tres partidos (PP, Cs y Vox) por separado obtuvieron más escaños que los que hubieran logrado juntos. Pero, y de ahí lo del espejismo, creo que eso fue una anomalía por cómo reparte los escaños Andalucía. Pero en las generales, hay muchas provincias que reparten pocos escaños y es en esas donde creo que hay que ponerse de acuerdo entre los tres partidos para acudir unidos a las urnas.
Si esa unión no se produce y los partidos siguen cada uno por su camino, ¿usted es partidaria de los pactos del PP con Vox?
Si la pregunta es si soy partidaria de hacer un cordón sanitario a Vox, la respuesta es no. Creo que Vox es un partido perfectamente constitucional que defiende la unidad de España, la libertad, la propiedad privada, la separación de poderes… Evidentemente hay cosas con las que no estoy de acuerdo con ellos, pero hay más cosas que me unen a ellos que las que me separan.
¿Por qué pactar con Bildu está bien, pero con Vox está mal?
¡O pactar con Podemos! ¿Por qué Vox es extrema derecha pero Podemos no es extrema izquierda? Todo esto se debe al dominio que tiene la izquierda en los medios de comunicación, sobre en todo en los audiovisuales.
En su libro habla del odio y fija su inicio o su explosión con Zapatero. ¿Por qué el PP de entonces no paró aquel inicio de la polarización para volver al consenso?
En el libro cuento cómo conocí a Zapatero y cómo saqué la conclusión que era un socialdemócrata, un Tony Blair español, que creía en España… Aparte de guapo y con una mirada muy limpia…
Su equipo le recuerda aún esa primera impresión...
Sí, sí, me decían que Santa Lucía me conservase la vista. Pero creo de verdad que Zapatero en aquel momento era así. De hecho, él fue el promotor de un pacto de Estado como el Pacto Antiterrorista y estuvo de acuerdo en aprobar la Ley de partidos que, por cierto, serviría ahora para ilegalizar a alguna formación con representación parlamentaria y no me refiero a Vox. Pero Zapatero da un giro radical en 2001. Primero destituye a Redondo Terreros, que se había unido al PP para intentar arrinconar al PNV en el País Vasco, y después permite al PSC firmar el pacto del Tinell que en la práctica es un cordón sanitario contra el PP. Ahí arranca el enfrentamiento.
Luego llegan las elecciones de 2004, con Rubalcaba sacando aquello de «nos merecemos un Gobierno que no mienta»… Fíjate el pobre Rubalcaba si viviese ahora con este Gobierno que no hace otra cosa que mentir. Como ese Pablo Iglesias llegando al debate de la campaña de Madrid en taxi, para hacer ver que apoyaba al gremio de los taxistas, pero luego se supo que había llegado en coche oficial hasta el parking de Telemadrid y ahí se había subido en taxi para recorrer los últimos 200 metros.
Política espectáculo: no importa el mensaje sino la imagen...
No, no. Va más allá de eso, más allá del postureo. Es una mentira. Mienten, mienten y mienten. Y no pasa nada. En Inglaterra tú mientes y tienes que dimitir al instante. Y si es en el Parlamento ni te cuento. Aquí no. Aquí Pedro Sánchez se ampara en el comité de expertos, por ejemplo, e incluso dice que se van a publicar sus actas y luego resulta que no hay comité de expertos. ¡Eso es una vergüenza!
¿Se ha acostumbrado la ciudadanía a que la mientan? ¿Está aletargada?
Yo creo que no. Y las elecciones de Madrid son la prueba.
Narra en el libro que la llamaron asesina al visitar IFEMA después del 11-M. ¿Qué se siente cuando ocurre eso?
Eso fue en 2004. Pero yo creo que todo empieza antes incluso. En 2003, que yo estuve de campaña electoral, se había producido ya lo del Prestige y lo de la guerra de Irak. Pues en varios mítines, me costó entrar, casi ni podía, porque había gente protestando a la entrada. Todos con una cara de odio tremenda Me llamaban «asesina de niños». Era una cosa terrible. Y eso que no había soldados españoles en Irak ni el Prestige era culpa del Gobierno de Aznar. Pero daba igual. Era puro odio. Y un odio que va siempre de la izquierda a la derecha porque, si te fijas, no existe ese odio en la dirección contraria. No hay escraches o violencia verbal de la derecha a la izquierda, es siempre al revés. Pablo Iglesias, por ejemplo, impidió en su día dar una conferencia en la Universidad a Rosa Díez, o aseguraba que le emocionaba ver cómo se pateaba policías, defiende el uso de la guillotina en sus tuits… Cuanto más se conoce a Iglesias, más se sabe que tipo de persona es.
¿Hay vuelta atrás para volver al consenso en las calles y olvidar ese odio?
En la mayoría de las calles hay consenso. Lo que ocurre es que la izquierda radical, espoleada por políticos como Iglesias o Echenique, se dedica a romper escaparates para defender a un rapero condenado por la Justicia. Nada más. Y esos mismos políticos se dedican a decir que Vox va a provocar a Vallecas… ¿Pero qué es esto? ¿Pero cómo se puede decir que un partido que presenta una candidatura está provocando? Claro, luego se entiende que a esos mismos les parezca que llevar la bandera de España es provocar.
¿De dónde surge esa superioridad moral de la izquierda?
Se la han otorgado ellos a sí mismos.
¿Y cómo se remedia eso?
¡Dando la batalla cultural! Hay que explicar, por ejemplo, quién alienta la violencia, que es única y exclusivamente la izquierda radical. Mira, en el País Vasco ya lo vimos con la kale borroka, en Cataluña surgieron los CDR… Y detrás está Podemos estimulándoles. Yo recuerdo haber llamado a La Sexta a un programa en el que estaba Pablo Iglesias para pedirle que condenase a ETA. Y no condenó a ETA. Incluso, en un desayuno informativo que él era el protagonista explicó que ETA tenía su explicación política. O sea, el tiro en la nuca para Pablo Iglesias es una manera de hacer política. Ya se lo dijo Cayetana Álvarez de Toledo muy bien: «lleva usted defendiendo la violencia desde que entró en la política».
¿Qué le parece que digan que Ayuso tiene mucho de Esperanza Aguirre?
Me siento honradísima de que me comparen con ella porque creo que es uno de los políticos más importantes de los últimos años y que están haciendo una labor extraordinaria. Ha sido un descubrimiento maravilloso de Pablo Casado, porque eso hay que reconocérselo a Casado.
¿Y usted cree que Ayuso tiene algo de usted?
Eso lo tienen que decir los demás. Yo veo que Ayuso es una líder, que se crece en la adversidad y que los descalificativos de la izquierda le han servido para encumbrarla.