El altercado provocado por la votación errada de Alberto Casero el pasado jueves acumula víctimas políticas, empezando por él mismo, empeñado en votar cuando cometió error en tres votaciones, confirmadas además telemáticamente. Su empecinamiento en votar cuando nada lo justificaba ha afectado a la imagen de la presidenta del Congreso por no resolver el problema con más mano izquierda, y deja mal a los tres diputados del PP que se enfrentaron a ella, Pastor, Gamarra y Egea. Pero son más las víctimas.
Yolanda Díaz sale escaldada. Lo ajustado de la votación demuestra que su reforma-reformita no gusta ni siquiera a quienes estaban obligados a respaldarla, y tampoco quedan en buen lugar los que desde el gobierno aseguraron que derogarían la ley. Los miembros de Podemos, más Yolanda Díaz que no se sabe bien de qué es, y el propio Pedro Sánchez. Por no hablar de que el espectáculo del jueves, que se prolongó el viernes con toda clase de declaraciones, entre ellas una de Pablo Casado de campaña en Soria, también demostró que los españoles no están hoy en las mejores manos en lo que se refiere a dirigentes políticos. Se comprende que los sondeos de este fin de semana recojan que Mañueco pierde peso en las elecciones del próximo día 13: no le favorecen los hados. Más le habría valido que Casado no pudiera tanto empeño en pedir el voto. Sánchez no echó el resto cuando se le pidió más apoyo a Tudanca, y al final le puede salir bien su falta de solidaridad con quien salía en precariedad de condiciones.
Sale muy perjudicado el actual ministro favorito de Sánchez, Félíx Bolaños, el negociador de todo, el hombre milagro. Se las prometía muy felices con el pacto que había alcanzado con Javier Esparza, el líder de UPN, pero él pacto ha resultado un nuevo fiasco en esta España de mediocridad política generalizada y fallos en táctica y en estrategia. Esparza no logró convencer a sus dos diputados, a los que importa un bledo que se les abra un expediente de expulsión, y coloca en una situación imposible al centro derecho navarro.
El PP no existe en esa comunidad aunque Casado lo ha intentado catapultando a la dirección nacional a Ana Beltrán, en teoría número tres del PP nacional pero en la práctica irrelevante. Y a UPN le va a costar superar este espectáculo, que debe estar celebrando María Chivite desde la presidencia del gobierno regional. Navarra Suma, PP más UPN, le habían ganado ampliamente las anteriores elecciones pero no pudieron formar gobierno.
Del caso Alberto Casero sale indemne Vox, que suele mantenerse al margen de los problemas. Que no se quejen luego Sánchez y Casado del crecimiento de un partido populista de derechas, tan malo para España como un partido populista de izquierdas, aunque los socialistas no han dudado en formar coalición con Podemos. Con el error de Casero todos salimos perdiendo.