Dos semanas después de que se pusiera punto y final al estado de alarma por la crisis sanitaria del coronavirus y, con él, a las restricciones de movilidad entre provincias y comunidades autónomas, muchas localidades de la provincia abulense están «llenas» de gente. El pistoletazo salida a los desplazamientos, el pasado 21 de junio, que trajo consigo la nueva normalidad se ha dejado notar, y mucho, en los pueblos de las comarcas del Tiétar, Alberche y Pinares. Casas rurales y, sobre todo, fincas y segundas residencias han dejado atrás la soledad del confinamiento y han venido recibiendo a personas y familias enteras dispuestas a pasar unos días o temporadas más largas en la tranquilidad del mundo rural abulense. Y precisamente eso, la tranquilidad, es la nota predominante en estos municipios en cuanto a la convivencia de vecinos y visitantes, aunque algún alcalde, como el de Cebreros, ya ve cierto «relajamiento» en las pautas diarias de esta nueva normalidad y hace un llamamiento a la «responsabilidad» de todos.
Al margen de eso, localidades como Navaluenga, Burgohondo, Cebreros, Candeleda, Arenas de San Pedro o Sotillo de la Adrada, que siempre ven multiplicada su población en verano por la llegada de visitantes, principalmente madrileños, dada la cercanía con la comunidad vecina, no solo no han visto mermada esa dinámica por la ‘resaca’ de la COVID-19 y la incertidumbre que rodea al movimiento turístico, sino que incluso están registrando una mayor afluencia de personas en este atípico arranque de la temporada estival. Ya están, en algunos casos, «a niveles de agosto», lo que se nota en las calles y plazas, el tráfico, los establecimientos hosteleros y comerciales, los bancos y hasta en el consumo de agua o el volumen de los residuos que generan.