La Blanquita, uno de los comercios más antiguos de la capital abulense, echó este viernes el cierre, ojalá no definitivo, tras más de ocho décadas. Concretamente, Julián Mozo Vivanco, natural de Velayos, se puso al frente de esta tienda de ultramarinos en 1938. Y aunque fue en ese año cuando este negocio tomó el nombre con el que ha llegado hasta nuestros días lo cierto es que este mismo local situado en la calle Esteban Domingo ya funcionaba con anterioridad como comercio. De hecho, Julián tomó las riendas del mismo tras un traspaso. Cuando lo hizo el negocio se llamaba Economato Palacios, que era el apellido del anterior dueño, sin embargo un cliente le propuso al nuevo dueño cambiar el nombre, sugiriéndole el de La Blanquita. Es más, cuenta Juan José Mozo, hijo de Julián y quien este viernes se jubiló tras seis décadas en este negocio, este cliente, de nombre Mariano González, que era agente comercial, fue el encargado de registrar el nombre que este comercio ha mantenido hasta este viernes, cuando esta tienda echó el cierre.
La Blanquita, recuerda Juan José, siempre ha sido un negocio familiar. Lo fue cuando su padre se puso al frente, ya que entonces lo hizo junto con un hermano y un cuñado, y lo ha sido hasta nuestros días. De hecho, hasta hace unas semanas eran los hermanos Antonio y Juan José Mozo los encargados de llevar este negocio que ha cerrado de forma precipitada después del inesperado fallecimiento del mayor y de que Juan José, a sus 73 años, haya decidido que ya es momento de jubilarse tras «toda una vida» detrás del mostrador.
«A nosotros nunca nos ha hecho frente un supermercado», asegura Juan José al tirar de memoria y recordar la vida de un negocio al que nunca ha faltado clientela y que cierra sus puertas con muchos fieles. Y es que, asegura Juan José, el secreto para que este negocio haya aguantado tantas décadas siempre fue la calidad de los productos que aquí se vendían. Habla, por ejemplo, de los embutidos, del jamón de Guijuelo, de las legumbres, del pimentón de la Vera o del bacalao, que tantos abulenses y visitantes acudían a comprar aquí. «El éxito de un negocio no es saber vender es saber comprar», reconoce este comerciante recién jubilado al hablar de la importancia que los hermanos Mozo han dado siempre a la calidad de los productos que llegaban a su tienda.
«Es una vida muy esclava, pero estamos muy orgullosos de nuestro trabajo», reconoce Juan José sin poder olvidarse de su hermano, que a los 75 años, y justo hasta antes de fallecer, seguía al frente del cañón. De hecho, asegura, ninguno de los dos pensaba de momento jubilarse, pero la reciente muerte de Antonio precipitó un cierre que quizás no sea definitivo, como apunta Juan José refiriéndose a la posibilidad de que su sobrino pueda hacerse cargo de uno de los pocos comercios tradicionales que van quedando en la ciudad.
Al cierre de La Blanquita, y para mostrar su agradecimiento y buen hacer a la familia Mozo, se unieron este viernes algunos abulenses que acompañaron con sus aplausos el momento en el que este negocio bajaba unas persianas que, ojalá, alguien pronto vuelva a subir.