“Hombre, es que 110 años no se cumplen todos los días”, se oye decir a una vecina en medio del revuelo formado en torno a una casa de la calle Barrio Madrid de Navaluenga, en el Valle del Alberche abulense. Los banderines, los globos y hasta una pancarta revelan que no es un sábado cualquiera. Hay una fiesta y la protagonista de tal jolgorio es María Varas Hernández, esposa de Faustino, madre de cinco hijos, abuela de diez nietas y bisabuela de 18 bisnietos. Natural de San Juan de la Nava, pero vecina de Navaluenga desde hace casi un siglo, la tía María, como se la conoce en el pueblo, cumple este sábado la friolera de 110 años. Quién los pillara, le comenta un periodista en plena entrevista. “¿Cómo no los vas a pillar, por qué no?”, responde ella con toda naturalidad, como si haber visto dos guerras mundiales, una Guerra Civil, una República, una larga Dictadura y una Democracia fuera lo más normal del mundo.
El aspecto no es el que se le presupone a una mujer de 110 años. Y su actitud tampoco. Lo primero que hace al salir a la puerta es cantar ‘La Virgen Milagrosa’. “Siempre ha cantado muy bien, ahora se le olvidan algunos cantares, pero lo sigue haciendo”, nos cuenta Faustino, uno de los tres hijos que tiene con vida y el que vive con ella. Él nos habla de una mujer “de carácter fuerte, con salero, muy alegre, con mucho nervio, que nunca se ha dejado nada atrás”. Una mujer, prosigue, que “ha pasado muchas penas y que ha tenido que trabajar mucho”, en el campo, con el ganado, y también lavando ropa y fregando casas. Su padre murió cuando era muy pequeña y enseguida pronto se puso a trabajar. Se casó con un joven ganadero de San Juan de la Nava, Faustino Yuste, y cuando tenía 30 años se trasladaron a Navaluenga, donde trabajaba limpiando un salón de baile y a donde acudía andando todos los días. Su marido se murió con 82 años y “siempre estuvo enfermo”, y ella tiró para adelante. “Ha hecho de todo, también colocaba huesos, recogía a los recién nacidos si no estaba la comadrona, lo mismo cargaba con un saco de leña a cuestas que con un cántaro de leche”, relata María, su hija, entre orgullosa y emocionada.
“He trabajado como un hombre, lo mismo he arado, que he trillado, que de todo”, comenta la tía María. Y cuál es el secreto de su longevidad, le preguntamos. “Comer poco y trabajar mucho”, responde tajante.