«La importancia de los mercados Chico y Grande fue social»

D. Casillas
-

Jesús María Sanchidrián ofreció una charla que revivió la relevancia secular de esos espacios como puntos de venta de productos básicos

«La importancia de los mercados Chico y Grande fue social»

El afán constante de Jesús María Sanchidrián, Cronista Oficial de Ávila, de divulgar al máximo los muchos conocimientos que ha conseguido y sigue consiguiendo como fruto de su labor investigadora vivió un nuevo capítulo, en forma de una conferencia a través de la cual se acercó a la mucha relevancia que como mercados tuvieron a lo largo de muchos siglos las dos principales plazas de Ávila, tanto que su nombre quedó en el callejero precisamente como los de Mercado Grande y Mercado Chico.

Ayudado en su charla, como es costumbre, por una generosa proyección de imágenes rescatadas de archivos que ayudan a entender mucho mejor el contenido del discurso, Jesús María Sanchidrián habló en el Palacio los Serrano de esas dos plazas-mercado de Ávila fundamentalmente como «lugares donde históricamente se produjo la compraventa de mercancías básicas», aunque también hubo tiempo para resumir sus características arquitectónicas y otros usos públicos que pudieron tener cada una de ellas.

El funcionamiento de ambas plazas como mercados públicos, alternándose ambas en esa funcionalidad, nació en el momento en el que «termina de configurarse el espacio urbano de la ciudad con sus puntos de referencia principales, allá por el siglo XIII», y desde entonces ha sido una constante hasta el presente en el Mercado Chico y hasta mediados del siglo pasado en el Grande, hasta que esa plaza se convirtió en aparcamiento.

La importancia de esas plazas como lugares donde se mercaba con productos básicos como los alimentos, llegados en su mayoría de las localidades del Valle Amblés y de La Moraña, fue siempre enorme en el sentido de ser el lugar donde los abulenses podían adquirir esos bienes de consumo y los productores tener la facilidad de venderlos, pero su relevancia «fue más allá en aspectos como el social o el cultural».

Eso fue así, explicó Sanchidrián, porque aquellos mercados eran el lugar al que «acudían aldeanos y lugareños de todos los pueblos alrededor a vender sus productos», favoreciendo una mezcla de personajes «muy típicos, muy característicos, que llegó a generar una literatura de viajes de la mano de muchos escritores que tomaron esa referencia de los mercados para hablar de Ávila igual que se hacía hablando de los monumentos como la Catedral o la Muralla».

Entre quienes consideraron que «ese tipismo de la gente era tan característico para definir la ciudad de Ávila como lo eran sus monumentos» hubo escritores tan destacados como Solana o Santayana y pintores que «hicieron de esa realidad motivo de inspiración, como Zuloaga, Sorolla, López Mezquita, Chicharro o Caprotti», demostrando que «la actividad mercantil propiamente dicha de aquellos mercados, fundamentalmente de frutas, verduras, pero también cerámicas y cacharrería, iba mucho más allá y se convertía en un punto de encuentro de la sociedad abulense».

«Puestos básicos». La mayoría de quienes acudían a esos mercados a vender sus productos, continuó explicando el Cronista Oficial de Ávila, eran pequeños productores «con puestos básicos, a veces con sólo dos sacos de patatas», pero eran muchos y con ellos «se mezclaban los carros y los animales, que en algunos momentos fueron prohibidos porque ensuciaban mucho las calles, dando a todo ello un ambiente muy peculiar».

En todas las ciudades españolas, en buena lógica porque sus pobladores debían de abastecerse de alimentos que no se producían en las urbes, se celebraban mercados de este tipo desde hace siglos, pero en el caso de Ávila, destacó Sanchidrián, «esa importancia quedo fijada en la nomenclatura de las plazas, demostrando así su importancia, y además tenemos en este aspecto el plus de poder decir que el mercado de los viernes, que viene de siglos atrás, se sigue celebrando en el presente dentro del conjunto histórico, mientras que en la mayoría de las ciudades se ha sacado fuera de él».

La importancia que tenían aquellos mercados, siguió explicando el ponente, se extendía también al aspecto 'hotelero', ya que «mucha gente de la que venía a vender desde los pueblos se tenía que alojar en algún sitio, generalmente en posadas (por ejemplo la de la Fruta o la de la Feria) que se convertían en un mundo característico al acoger a esos agricultores, arrieros y trajinantes de La Moraña, del Vallé Amblés e incluso de la zona de Piedrahíta, tanto que por ejemplo Solana decía que le gustaba conocer esos lugares porque era donde estaba la esencia y la cultura popular del lugar». También, aprovechando ese incremento de la población en los días de mercado, había algunas cofradías que salían esos días a pedir limosna, con la esperanza de que poder conseguir un poco más que otros días.

El Mercado Chico sigue renovando todos los viernes esa tradición secular, con los lógicos cambios que ha impuesto el paso del tiempo, pero el Grande dejó de acoger esa actividad «cuando la plaza se convirtió en un aparcamiento, allá por el inicio de la década de los 60 del pasado siglo», a pesar de lo cual sigue conservando ese nombre que recuerda su antiguo uso, compartido con el de Plaza de Santa Teresa.