Como suele decirse "parece que fue ayer..." y ya han pasado once años desde que un grupo de personas de la sierra de Ávila iniciara un certamen de villancicos que con el paso del tiempo se ha consolidado y en el que casi todos los inviernos se va sumando algún municipio nuevo con la intención de participar en él.
No se trata, ni mucho menos, de un concurso sino de un concierto abierto a todos, un festival en el que cada persona o grupo aporta lo mejor de sí cantando a la Navidad, y a la vez fomentando la unión de estos núcleos rurales serranos la mayoría muy pequeños y con escasa población, que aprovechan este evento para reunirse, volver a saludarse, recordar épocas pasadas y disfrutar tanto del entorno privilegiado de la sierra de Ávila como de sus enclaves tanto ecológicos, etnográficos o arqueológicos de los que estas tierras tienen en abundancia.
He tenido la enorme suerte de asistir a casi todas estas reuniones navideñas, y en ellas he salido emocionado y he podido comprobar cómo todas las iglesias y ermitas donde se ha celebrado este evento se han llenado hasta sus puertas, llegando algunas veces a tener que estar la gente fuera para tratar de escuchar los cánticos y melodías a pesar del frío reinante en esta época del año.
Niños y adultos, jóvenes y mayores han portado instrumentos tradicionales como las castañuelas, panderetas, botellas de anís, cucharas y campanillas que se han sumado durante todos estos años a guitarras, violines, flautas, armónicas, acordeones, teclados… y muchas, muchas voces de todo tipo y condición; algunos incluso han cantado "a capela" sorprendiendo gratamente a todos los asistentes por su excelente calidad.
Eventos como estos fomentan la sinergia de los pueblos y de sus gentes, y son un aliciente más para que estos pequeños lugares tengan también mayor dinamismo durante el invierno.
Recuerdo también, con cierta nostalgia, a pesar de que no soy ni mucho menos religioso, el empeño de la comunidad de monjas que vivía en Chamartín y que desde los primeros años se movían de pueblo en pueblo, animando a sus gentes a ensayar y acompañándoles con sus voces agudas a las que en muchas ocasiones nos costaba llegar a los seres "más terrenales". Lástima que este verano por motivos que algunos no alcanzan a comprender, se les destinaran fuera de estas tierras en las que ejercieron una labor inmensa durante la amplia etapa que estuvieron en ella. Los habitantes nacidos en la serranía y los que somos "de adopción" las extrañamos y echamos de menos no sólo en el ámbito religioso, sino sobre todo por el humano y solidario que siempre mostraron, y la ingente labor que ejercieron especialmente con las personas mayores.
Volviendo al festival, y a la abundancia de pueblos y grupos asistentes, se ha tenido que limitar el número de las interpretaciones, porque en su origen creo recordar que se cantaban tres canciones, posteriormente fueron dos, y ya en la edición actual será una sola porque si no se alargaría demasiado el evento, ya que este año son nada menos que trece pueblos los participantes: Martiherrero, Sanchorreja, Gallegos de Altamiros, Chamartín, Benitos, Cillán, Muñico, Solana de Rioalmar, Mirueña, Mancera de Arriba, Gallegos de Sobrinos, Cabezas del Villar, y San Miguel de Serrezuela.
En cada edición se encarga un pueblo de organizar esta actividad, haciendo un pequeño acto de presentación y poniendo en valor a los pueblos y grupos participantes, y al final de las actuaciones se ofrece a los asistentes un vaso de chocolate caliente con pastas o bizcochos.
En esta ocasión el XI Festival de Villancicos de la Sierra de Ávila tendrá lugar en la iglesia de Cabezas del Villar y a sus habitantes les corresponde la alegría y satisfacción de organizarlo todo. :-)
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