Inés Rodríguez es profesora e investigadora en la Facultad de Educación y Turismo (campus abulense de la USAL), dos tareas que combina y en las que sabe encontrar lo mejor de cada una. Nacida el 19 de septiembre de 1985, esta profesora, nacida y criada en Ávila, tiene su vida ligada a esta ciudad aunque hubo un tiempo en el que pensó que su desarrollo profesional la alejaría de ella.
Estudió en La Cacharra (escuela infantil que inauguró, como le recuerda siempre su madre), La Encarnación y el colegio Reina Fabiola para pasar después al Vasco de la Zarza. «Mis abuelos, como la mayoría de los abuelos, no eran de Ávila, vinieron de fuera», explica, de pueblos de la provincia, pero sus padres ya se quedaron en la capital, por lo que ella pasó aquí toda esa primera etapa de su vida.
Y esto incluye su etapa universitaria, dado que estudió Magisterio en la especialidad de Audición y Lenguaje en Ávila, para irse después a Salamanca a estudiar Psicopedagogía. «Se ve que le cogí gusto a lo de estudiar...», dice. También allí comenzó a trabajar con un equipo de investigación, accediendo a becas y realizando máster y doctorado. Ya en ese punto no pensó «jamás» volver a Ávila pero «salió la oportunidad» y regresó a sus orígenes. Fue a través de unas plazas que salieron en su departamento para trabajar en la entonces Escuela (ahora facultad) de Educación y Turismo. Sacó la plaza, aceptó el puesto y esto supuso cambiar «todo el plan vital que tenía» aunque, como resultado, señala que se siente «bastante afortunada viendo como está el panorama y compañeros y amigos», teniendo ella la posibilidad «de poder vivir y trabajar con un trabajo que me encanta en mi ciudad». Y eso supuso dejar atrás la idea de que tenía de trabajar en Salamanca o Madrid porque su prioridad era dedicarse a la investigación y estaba dispuesta a estar donde «saliera a oportunidad. No tenía problema en marcharme donde fuera».
Y ahora, su presente es la investigación y también la docencia, dos facetas que combina. «He trabajado aquí, en Ávila en concreto, trabajé mucho con Isabel Valdunquillo y en Salamanca empecé a trabajar con mi equipo de investigación, y empecé a asumir yo responsabilidad investigadora. Y hasta ahora siempre he desarrollado mi investigación desde aquí», afirma.
Lo que más le gusta tanto de la docencia como de la investigación es que siempre está «aprendiendo cosas nuevas, cada día es distinto. Dentro de que tengo cierta rutina, cada día es diferente. Y tengo desafíos constantes, tengo muchos retos, problemas que hay que resolver, y eso me parece muy estimulante en distintos niveles».
En esa parte de investigadora, en este momento dirige junto a un compañero un proyecto del Plan Nacional de I+ D+i en el que tratan de comprender cómo los profesores de Infantil y de Primaria configuran sus prácticas de enseñanza. «Dedicándonos a dar clases en Magisterio esto es fundamental porque comprender cómo se desarrollan las prácticas de enseñanza en los propios colegios es necesario para poder explicar a los futuros maestros cómo tienen que enseñar y sobre qué aspectos tienen que reflexionar», señala. Es un proyecto que apela a sus puntos de interés y en el que están «teniendo unos resultados bastante interesantes» mientras espera seguir «sacando cosas que enriquezcan, sobre todo, la calidad de la educación que ofrecemos en la facultad».
Aunque su voz cambia de tono al hablar de investigación, dejando claro que es una prioridad para ella, también es capaz de reconocer que tiene una parte que es a la vez buena y mala:viajar mucho. «Está muy guay porque conoces sitios nuevos, conoces gente nueva y conoces otros puntos de vista, pero te toca viajar a veces en vacaciones o no te apetece». Recuerda que este mismo verano ha estado en Chipre en un congreso de investigación educativa y valora la experiencia porque supone conocer a profesores de otros sitios y otras investigaciones y «puedes discutir cuestiones que son relevantes a nivel profesional».
Para el futuro quiere seguir con la investigación porque no concibe «la docencia universitaria si no va acompañada de investigación. Creo que para poder trabajar bien y ofrecer una educación de calidad en la universidad hay que ir de la mano del estudio, de la reflexión, de la investigación, porque si no, ¿qué enseñamos?», asegura.
En este punto hay que plantearse cómo se puede mejorar la docencia y para ella esto supone que «los docentes necesitan en sus espacios profesionales tiempo para poder discutir entre ellos, para poder intercambiar opiniones, para poder revisar lo que hacen, formarse. Y creo que cada vez se les deja menos tiempo para poder hacer eso. Y es fundamental. Ningún proceso educativo puede mejorar si quienes lo llevan a cabo no pueden reflexionar sobre lo que están haciendo. Creo que cada vez se les deja menos tiempo para hacerlo, que se les está burocratizando mucho el proceso y eso hace que ellos no puedan pararse a debatir entre ellos, intercambiar opiniones sobre lo que hacen, sobre cómo mejorar, sobre qué cambiar», explica.
Y tampoco puede dejar de hablar de la financiación, «de la necesidad de tener muchos más profesores, de invertir más en formación, en recursos, en recursos humanos, sobre todo, que parece que va todo a recursos digitales». Es necesario, reflexiona, «profesores bien formados que puedan trabajar a gusto, sin estar saturados, sin tener muchos alumnos a su cargo».
En el trabajo que hace esta profesora está también el de la Unidad Asistencial de Evaluación e Intervención en Dificultades del Lenguaje Oral y Escrito, financiada por la Diputación de Ávila. En realidad también es una línea de investigación (dentro de su trabajo de atención a la diversidad), en este caso con la opción de saber cuál es la situación real de las familias, los profesionales y los alumnos que tienen necesidades educativas derivadas de dificultades del lenguaje. En un trabajo que empezó en su día con Isabel Valdunquillo y en el que asegura que han conseguido posicionarse «como un referente en evaluación de trastornos de lenguaje» dentro de una unidad en la que tienen «bastante demanda» e incluso les llaman compañeros de otras provincias para asesorarse o para derivarnos algunas cuestiones».
En cuanto a la forma de trabajo de esta unidad, normalmente se ponen en contacto con ellos las familias que «están interesadas en precisar un diagnóstico, en conocer cómo ayudar a sus hijos que en principio se alejan de lo que esperarían encontrar en un niño de su edad en relación al desarrollo del lenguaje. Y nosotros, cuando podemos, porque los recursos de los que disponemos son limitados, les atendemos, hacemos un proceso de evaluación psicopedagógica, determinando líneas de actuación educativa». Además, en muchos casos trabajan junto a los colegios y a las familias para ayudar a los niños en el desarrollo lingüístico. «Y luego también una de las cosas que hacemos, que yo creo que más impacto puede tener, es que trabajamos con profesionales del ámbito de la educación, que nos piden asesoramiento o que nos piden colaboración para comprender cosas», afirma. Con esto, «una de las cuestiones que más estamos haciendo, sobre todo en los últimos años, es el tema de investigación educativa en trastornos de lenguaje. Hacemos sobre todo evaluación e intervención educativa en trastornos de lenguaje», lo que les ha llevado a hacer publicaciones y contribuciones a congresos nacionales e internacionales sobre evaluación en lenguaje.
Investigar no supone dejar de lado la docencia, aquí en Ávila y también en Salamanca en un máster sobre dificultades de aprendizaje, lo que posibilita que disfrute de una de las cosas que más le gusta de la docencia, «estar en contacto con gente joven», lo que la «mantiene bastante al día y me permite tener una visión más completa de lo que sucede en el mundo, porque a veces creo que los adultos perdemos un poco de vista como es la vida para los chicos y trotamos de juzgarla desde nuestra óptica en vez de desde la suya», afirma.
Es cierto que este año ha tenido «una especie de bonificación por investigación y me han reducido las horas de docencia para poder dedicarme más a la investigación», lo que la sitúa en un punto en el que está «bastante bien» porque «no puedes ir a tope en todo porque eso va a tu salud. En este momento, tengo un equilibrio bastante bueno. Ya el año que viene no sé qué pasará».
Con todo esto en la mochila asegura que «a nivel profesional estoy muy contenta porque estoy avanzando hacia donde quiero estar, tener un nivel de conocimientos suficiente como para poder ayudar de manera efectiva a la gente».
Y a nivel personal, «una de las ventajas que para mí tiene estar en Ávila es que tengo a mis padres aquí, a mi familia, a mi familia política y mi marido trabaja aquí también y nos ayudan mucho con la niña...» dice, porque también reconoce que a veces no sabe ni como lo hace. Seguramente «durmiendo poco, trabajando a 10 horas, trabajando el fin de semana... No lo sé, supongo que en algún momento voy a tener que ir aflojando algunas cosas», reconoce.