El sí a la investidura de Pedro Sánchez ha certificado el cambio de estrategia de Junts en el Congreso, abriéndose a participar en la gobernabilidad del Estado a cambio, entre otras cosas, de una ley de amnistía, pero haciendo bandera de su desconfianza hacia el PSOE para continuar diferenciándose de sus paisanos de Esquerra.
«Pagar por adelantado a un tío al que no le comprarías un coche de segunda mano es un deporte de riesgo». La frase la dijo el pasado mes de julio el expresidente catalán Carles Puigdemont, para ilustrar todas sus suspicacias hacia Pedro Sánchez.
Han tenido que pasar seis años desde la declaración unilateral de independencia en el Parlamento catalán para que Junts se preste a participar en el juego de la gobernanza nacional, un giro difícil de explicar a sus bases, acostumbradas en este tiempo a enarbolar la bandera de la «no rendición», recetar la «confrontación inteligente» con el Estado y denunciar el pactismo «a cambio de nada» de ERC.
Ahora, tras una larga negociación con los socialistas, Junts ha logrado lo que parecía imposible poco antes de las elecciones: que sus siete diputados diesen su visto bueno a la investidura de un candidato del PSOE, a pesar de que en plena campaña Carles Puigdemont, líder moral del espacio político, aseguró que Sánchez no sería presidente con los votos de su partido.
¿Qué ha cambiado en Junts para pasar del no al sí en poco más de tres meses? El giro pragmático se empezó a gestar en la noche electoral, cuando Puigdemont no cerró la puerta directamente a investir a Sánchez, evolucionó con el paso de las semanas y cristalizó en las visitas a Bruselas de Yolanda Díaz (Sumar) y Santos Cerdán (PSOE), que el expresidente catalán entendió como un gesto de legitimación de su figura como interlocutor válido.
Desde JxCat se pone énfasis en que el acuerdo con el PSOE recoge por escrito la «discrepancia» entre ambas formaciones y que Sánchez deberá ganarse la estabilidad «acuerdo a acuerdo» dada la desconfianza hacia al PSOE, que deberá medir sus palabras sobre el conflicto catalán para evitarse problemas con los de Puigdemont.
En la cúpula de Ferraz son plenamente conscientes de que será una legislatura difícil de gestionar y que las relaciones con Junts deberán ir «engrasándolas», como ha señalado el secretario de organización socialista, Santos Cerdán, en declaraciones en el Congreso, si bien ha reiterado su «convencimiento de cumplir» el acuerdo con los independentistas.
En el Congreso de los Diputados, el PSOE deberá sentarse a negociar ahora con una portavoz de verbo afilado como Míriam Nogueras, exponente del ala más unilateralista de JxCat y que continuará marcando perfil ante una ERC que intentará hurgar en las contradicciones de su rival independentista, como hizo Gabriel Rufián en el debate de investidura.