Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


El doctor Pedro Jekyll y míster Sánchez Hyde

17/11/2022

Pedro Jekyll es ese gobernante que afronta desde el extranjero con rostro sereno las enormes incertidumbres que pesan sobre el planeta, se fotografía de tú a tú con el presidente chino o con el norteamericano y hace declaraciones mesuradas sobre la atemorizante situación internacional. Sánchez Hyde es el hombre que no logra, en sus comparecencias nacionales o fuera de España, frenar la sensación de caos que existe en tantas cuestiones domésticas.

Y caos haberlo haylo, como las meigas. A ver cómo se explica, porque Sánchez no lo hizo en su comparecencia desde Bali, el follón creado en los tribunales por la ley del 'sí es sí', salida del laboratorio de los desastres de esa moderna pasionaria -con minúscula, claro- llamada Irene Montero. O ya me dirá usted quién nos aclara, porque el presidente no, la que se ha montado con el proyecto de rebajar la pena a los malversadores: ni siquiera en el conglomerado gubernamental hay acuerdo acerca de por dónde tirar. Y Sánchez no hizo sino refugiarse en las futuras y 'desconocidas' enmiendas parlamentarias o en las imprevisibles decisiones de los jueces para evadir las patatas calientes. Muy etéreo, en mi opinión.

Urge parar, templar y mandar, revisar ese falso positivismo jurídico imperante en un país en el que ni siquiera se sabe quién presidirá a corto plazo ni el gobierno de los jueces ni el máximo órgano de apelación, el Tribunal Constitucional, que esa es otra asignatura que habrá que estudiar en el catálogo de lo caótico que nos anega y en el que el Gobierno se lava las manos.

En realidad, en sus prisas por acelerar procesos que ni siquiera se habían planteado hace apenas un año, el Gobierno incurre en constantes errores jurídicos que llevan a generar perjuicios mucho mayores que los beneficios que se buscaba conseguir. Así, el 'Ejecutivo Hyde' mete patas en cuestiones en las que el 'Gobierno Jekyll' trataba de poner parches a los males de la patria. Es como la imagen del propio Sánchez: unos periódicos le retrataban con camisa balinesa en el G-20, otros vestidos formalmente, con la reglamentaria corbata recuperada, dando la mano, sin que el uno mirase al otro -ah, estos políticos-, a Xi Jinping, el nuevo amo del mundo mundial.

Dos Sánchez distintos en una sola persona, dos gobiernos dispares en un solo Consejo de Ministros, en el que parece que muchos no se hablan con muchos. Y, a todo esto, la oposición como perdida: los unos (el constante 'error Arrimadas'), que si lo que hay que hacer es presentar una moción de censura contra Sánchez; los otros, los extremistas, que si lanzarse a la calle como en los viejos tiempos de la 'foto de Colón'. En medio, Núñez Feijóo tratando de mantener serenidad, moderación y, lamentablemente, perfil quizá involuntariamente bajo.

No puede extrañar el creciente distanciamiento -si es que aún pudiese crecer- de la opinión pública con respecto a los designios de sus llamados representantes. Al desbarajuste jurídico (y judicial, que ya digo que esa es otra) la clase política responde con andanadas de sal gorda: que si el PP incumple la Constitución, dicen unos; que si lo que Pedro Sánchez pretende es dar un golpe de Estado y cargarse la Monarquía, nada menos, escribe la 'lideresa madrileña' Isabel Díaz Ayuso, una tesis desmedida obviamente no compartida en la sede 'popular' de la calle Génova. Sal gorda, repito.

Son precisas explicaciones más completas que las que pueda dar en breve comparecencia Pedro Sánchez desde Bali, que deberían haberse centrado más bien en el muy sombrío panorama internacional desatado por la guerra de Putin que en los asuntos internos por los que parecían estar más interesados los periodistas que allí le preguntaban. Claro, lo importante realmente es la agresión a Polonia, y no si se indulta o no a Griñán. Pero, en fin, varados en la triste realidad doméstica, urgen argumentaciones mejores que las simplezas, tantas veces contradictorias, que no pocas veces nos regalan los portavoces parlamentarios en la sala de prensa del Congreso. A ver si va a resultar que tanto Jekyll como Hyde sufren del mismo trastorno disociativo de la realidad, que desde el paraíso de Bali debe verse muy, muy lejana.