Las elecciones europeas servirán para que España despeje la incógnita respecto de si habrá más elecciones generales pronto o no, dada la insuficiencia parlamentaria de Sánchez.Se dice pronto para un país que lleva año y medio todo el tiempo en elecciones de distinto jaez y que ha sido incapaz de articular una mayoría para dotarnos de un presupuesto.Todo esto será "divertido", genera debates incandescentes de sobremesa, pero cuesta una pasta y distrae de lo fundamental.
Memento: las elecciones de julio del año pasado tuvieron lugar en un momento insólito, en verano. Al ciudadano se le pidió un esfuerzo extra como votante (cambios de fechas en los calendarios vacacionales, los problemas con la asignación de mesas electorales con paquetes turísticos pagados, ustedes recordarán); como contribuyentes, un sablazo (sobrecostes en correos brutales). Cuando fueron convocadas, estaban en el umbral del hemiciclo decenas de leyes (creación del defensor del cliente financiero, ley de familias, implantación de tribunales en municipios: 59 proyectos de ley y 157 proposiciones de ley). Pasó el verano, investidura fallida, investidura lograda y mayoría quebrada; elecciones en las tres Comunidades Autónomas. Ahora europeas. Así andamos.
No puede ser. Basta con revisar los datos del Portal de Transparencia para darse cuenta de lo que cuesta todo esto. Y la fatiga que produce, en forma de apatía y desapego. Por eso las elecciones del domingo, sea cual fuere el resultado, deberían dar paso a una profunda reflexión sobre la sostenibilidad de un proceso electoral continuo. Feijoo lo dijo el otro día: "llevo dos años al frente del PP y ya he hecho siete campañas electorales".
Menos mal que el poder en España es centrípeto y las Comunidades Autónomas se encuentran estabilizadas. Pero las sociedades dinámicas parecen estar subordinadas a procesos escleróticos y eso se acaba pagando. Es una factura "a futuro" pero se acaba pagando.