Acabando el primer cuarto del siglo XXI, cuando la digitalización redefine el mapa laboral de España, Ávila sigue caminando por el arcén. Según el último informe de la Fundación Cotec, nuestra provincia apenas alcanza un 3,1?% de empleo vinculado a sectores tecnológicos, muy por debajo del 6,83?% nacional. Es cierto que es un dato que no extraña, puesto que la radiografía más o menos certera que podemos hacer de la provincia no distaría mucho de la realidad. Pero esta reflexión sí puede invitar a lanzar al aire una pregunta: si estamos construyendo un modelo competitivo en la provincia para los próximos años.
La realidad parece clara: mientras otras provincias de Castilla y León, como Valladolid o Burgos, superan el 7?% en empleo tecnológico, Ávila permanece anclada en el furgón de cola. En el último año, solo se han generado 42 empleos de este tipo. Además, en la capital la tendencia es decreciente. Esta realidad no significa, ni mucho menos, que estemos condenados a asumir y no poner remedio a esta brecha digital.
Frente a este panorama, hay lugares concretos como Sanchidrián, Adanero, Arévalo o Palacios de Goda que destacan como oasis en medio del desierto del empleo tecnológico provincial, en parte gracias al empuje de varios sectores como la industria química o la automoción. Signo inequívoco de que, con infraestructura y proyecto, se puede construir el futuro. No es casual que estos municipios estén bien conectados por la A-6: el acceso y la logística son clave.
Ahora bien, si lo que se quiere es hablar de un futuro de oportunidades, la casa no se puede construir por el tejado, sino por los cimientos: la educación y la formación profesional. Es imprescindible que los planes de estudio sigan alineándose con las necesidades reales del mercado. FP dual, especialización en ciberseguridad, programación, automatización industrial… Ávila tiene el talento y las posibilidades de desarrollar el conocimiento, pero hay que dar herramientas y horizontes.
Es urgente acelerar los incentivos a empresas tecnológicas para que se instalen en la provincia. Polígonos industriales infrautilizados, ayudas fiscales y espacios de coworking pueden ser las oportunidades para construir un ecosistema de innovación. Pero todo ello sin olvidar a las pymes locales, que también deben digitalizarse y adaptarse si no quieren quedarse atrás.
El reto no es solo económico, sino demográfico. Retener y atraer jóvenes pasa por ofrecer una ciudad y una provincia que cuelgue el cartel del bienestar como atractivo, sin permitir que el tren de las oportunidades pase otra vez de largo. La historia y el patrimonio pueden convivir con la innovación, construyendo un modelo propio, sostenible y adaptado a las fortalezas locales, sin obsesionarse con competir con grandes ciudades de los alrededores.