El abulense Carlos Fernández-Alameda, profesor de Lengua Castellana y Literatura, acaba de publicar el libro titulado IA en el aula, un trabajo cuyos resultados son fundamentalmente «fruto de la experiencia» y a través del cual ofrece un puñado de «herramientas prácticas para el aula» con el objetivo de entender la Inteligencia Artificial no como un peligro o una novedad a la que tener miedo sino como «una herramienta al servicio de la humanidad».
Recuerda Carlos Fernández-Alameda que «cuando apareció el ChatGPT todos lo recibimos con un poco de miedo», pero después de un cierto tiempo que «nos ha servido para conocer su realidad, la perspectiva que intento dar es que no debemos prohibirlo a los alumnos y que tenemos que convivir con él, con lo cual lo inteligente es aprender a utilizarlo bien para que nos ayude a pensar y a potenciar nuestras posibilidades, que es posible».
Es decir, añade, que la IA «no debe servirnos solamente para hacer un trabajo de 'copia y pega' con su ayuda, sino que debemos aprender a utilizarla un poco como hacíamos antes cuando consultabas muchos libros para hacer un trabajo, que implicaba coger mucha información y hacer con toda ella algo propio». Explica Carlos Fernández-Alameda que «hay herramientas en la IA que nos pueden ayudar a encontrar fuentes, a encontrar artículos científicos insospechados, y lo que tienes que hacer luego con todo ello es darlo un repaso por tu propia mente, llevarlo a tu pensamiento, a tu razonamiento, para generar algo bonito que sea tuyo y que sea también algo único».
Cuenta en su libro, entre otras «anécdotas», que «uno de los sesgos más grandes que he encontrado en la IA es que ve la vida desde el punto de vista anglosajón, no se plantea el punto de vista hispano», con lo cual «alimenta esa visión del mundo a través de páginas web, artículos científicos y otros textos que perpetúan esa perspectiva del mundo, y hay que tener mucho cuidado con ello».
perder el miedo. En esencia, resume este profesor y escritor, «lo importante en el trato con la IA, igual que ante cualquier cosa nueva que nos llega y quizás al principio nos desconcierte, es no tenerla miedo, sino utilizarla para sacarla el mejor rendimiento posible», y con esa perspectiva «creo que la Inteligencia Artificial es una revolución que nos va a impulsar, que nos va a ayudar, sin que ello signifique que no reconozca los fallos que puede tener».
Esa visión desde el optimismo de una realidad que la mayoría mira más como un riesgo que como una potencialidad la ofrece «alguien como yo que soy de estudiar con apuntes, con boli y con lápiz rojo y azul para subrayar lo importante», porque la IA «también puede servirnos para impulsar un montón de tareas que tenemos que son aburridas y ayudar en muchas tareas de investigación para los alumnos, siempre que se den cuenta de la cantidad de fuentes a los que pueden acceder y de que es una ayuda para no temer al folio en blanco y para estructurar un escrito, sin olvidar nunca que luego deben darle su tono único, su reflexión, aportando lo que ellos crean que es importante y teniendo criterio, porque el problema aquí es tener criterio».
«La primera vez que me llegó un trabajo copiado de ChatGPT le dije al estudiante que por qué no había leído las respuestas que me daba, algo que era evidente porque las preguntas que le hacía eran muy concretas sobre una lectura de Don Quijote y las respuestas eran muy generales, de alguien que no se había leído el libro ni lo había entendido», explica a modo de ejemplo significativo.
El problema, añade, no es tanto utilizar el ChatGPT como hacerlo sin aprender nada, sin contrastar, y por eso «reivindico en este libro que la IA puede ser, bien utilizada, una herramienta para aprender; invito primero a perder el miedo a la IA y, una vez conseguido eso, a aprovechar sus posibilidades al máximo porque puede ayudarnos en clase a los profesores y también a nivel general en nuestra vida».
Lo que sí «es evidente es que la IA es una revolución que ha venido para quedarse y que por eso hay que aceptarla y sacarla el máximo rendimiento», una novedad ante «la que lo primero que pensé es que tenía que saber de ella más que mis alumnos, porque de lo contrario me la iban a jugar; si no era yo capaz de sacarle más rendimiento que ellos, me iban a dar mil vueltas».
Y desde ese conocimiento, apunta, «puedo saber si alguien me ha entregado un trabajo copiado y si no ha reflexionado sobre lo que tú le has pedido», y también «puedo saber cómo diseñar una actividad de forma que no te la puedan copiar directamente, porque pides reflexión personal, porque pides una serie de asociaciones de conocimiento que una máquina, de momento, no puede hacer. Ahora mismo, por mucho que la IA sea genial en copiar o crear textos, si tú le pides que analice o que comente un texto aún tiene muchos fallos, porque no conoce la cultura y, sobre todo, le falta humanidad».