LA FICHA
NOVILLEROS
Sergio Rodríguez, de sangre de toro y oro; estocada tras dos pinchazos y media estocada (silencio tras dos avisos); estocada trasera después de seis pinchazos (ovación con saludos tras dos avisos).
Mario Navas, de verde esperanza y oro; estocada que escupe el toro y pinchazo hondo (ovación tras aviso); estocada entera (ovación con saludos).
Bruno Aloi, que se presentaba en Madrid, de malva y oro; estocada caída tras pinchazo (ovación con saludos tras aviso); estocada caída (vuelta al ruedo tras aviso).
GANADERÍA
Se lidiaron seis novillos de Los Chospes, muy bien presentados, con varios de ellos ovacionados de salida por su trapío. Novillada deslucida en línea generales por su escasa clase. Destacaron por su exigencia el cuarto y por su nobleza el sexto.
INCIDENCIAS
Plaza de toros de Las Ventas. Un cuarto de entrada en tarde soleada y con calor.
Con la fecha de la alternativa ya marcada en rojo en el calendario -será el próximo sábado en Ávila con Miguel Ángel Perera de padrino y Daniel Luque de testigo-, Sergio Rodríguez se despidió ayer del escalafón novilleril con un imponente compromiso, por la plaza, la más importante del mundo, y por el trapío de la novillada, con más cara y cuajo que muchas corridas de toros que se han visto esta temporada. Máxima exigencia por tanto para el abulense que, sin embargo, pasó el examen con nota, demostrando que está más que preparado para el paso adelante en su carrera que dará en su tierra en apenas una semana. Eso sí, tendrá que afilar la espada para entonces porque ayer perdió una oreja de peso por su mal uso de los aceros.
Fue en el cuarto, un novillo rematado y con dos velas astifinas que provocaron la cerrada ovación de la plaza. La seriedad de su trapío fue acorde a la seriedad de su comportamiento. Pedía los papeles el de Los Chospes, sin regalar nada. Se encontró con la firmeza de la muleta de Sergio Rodríguez, despejado de ideas, que arrancó el trasteo, brindado a Álvaro Lorenzo, doblándose torerísimamente frente al tendido siete. Apostó el abulense con mando por la derecha y surgieron dos tandas templadas y ligadas, presagio de lo que estaba por llegar. Fue con la mano izquierda cuando brotaron los mejores muletazos de la tarde, en un alarde de valor seco de Rodríguez, que pisó los terrenos que queman, pero que eran los únicos donde el novillo embestía. Había que tragar en cada arrancada del animal, que acudía con todo al desafío, pese a sus reservas iniciales. La profundidad de los muletazos se traducía en esos olés roncos que tan bien suenan en Madrid. De cartel de toros fueron los pases de pecho. La faena estaba hecha pero el abulense se encontraba cómodo pese a la exigencia de su oponente. Y alargó la faena con un remate muy torero pegado a tablas. Había que matarlo... Y ahí llegó el desastre. Toda la confianza mostrada con la muleta se esfumó con la espada, con Rodríguez incapaz de volcarse sobre el morillo, entre aquellos imponentes pitones. Se diluyó la importante obra entre pinchazos y avisos.
Faltó algo de mando en la faena que abrió la corrida. Obedecía al toque el novillo, aunque sin celo y sin clase. Le dejó a su aire Rodríguez, intentando no molestar al novillo para que le regalase embestidas aprovechables. Pero el trasteo no acabó nunca de tomar vuelo.
detalles y cercanías. El cartel lo completaban Mario Navas, que repetía después de dejar los mejores detalles de la novillada del pasado domingo, y Bruno Aloi, que se presentaba en Madrid. El vallisoletano volvió a dejar algunos destellos de ese toreo clásico que atesora, mientras que el mexicano mostró que quiere ser alguien en esto, con un toreo de cercanías que a punto estuvo de tener premio en el novillo que cerró la corrida.