Álvaro Mateos

El Valtravieso

Álvaro Mateos


Política amarillista que revuelve las tripas

20/11/2023

De todos es sabido que las emociones tienen su efecto inmediato en el aparato digestivo: los nervios, el estrés, la alegría o la tristeza. La felicidad se nota en las tripas, ya que altos niveles de serotonina o dopamina equivalen a mejores estados de ánimo. Por esta razón, el mundo de las tripas, los intestinos y el hígado siempre han ido ligados a las emociones: de ahí, que la prensa amarilla, populista y simple, era la que estimulaba las pasiones más bajas y fue la fórmula buscada por los grandes empresarios de la comunicación a finales del siglo XIX en los EEUU. 
Eso mismo sucede con la política amarillista, con el populismo que invade el panorama; que huyen de la ideología, de los programas y la práctica, desentendiéndose de la vida diaria de los ciudadanos, para aferrarse al poder, a la ausencia de razones y echando por tierra las siglas de un partido con 124 años de historia, como aquél en el que todos están pensando. 
Las grandes mayorías nacen a partir de los votos de personas indecisas que al final se decantan por una u otra formación, de espíritus críticos que aún siguen pendientes de los programas electorales. Por esta razón, siempre se ha valorado tanto la posición del centro en los partidos, porque no se busca una política de bloques inamovibles que comulguen con ruedas de molino. 
Sin embargo, una vez que el líder reelegido por una mayoría frankenstein en la cámara, sabía que dependía de lo que votasen sus diputados, estaba bien tranquilo al ser consciente de que el que se movía no salía en la foto. Ese es el verdadero problema de la política: la ausencia de crítica y aportación interna. De nada valen los García-Page, Vara y Lambanes que a la hora de la verdad se amilanan, que no actúan donde deben. Para romper esas mayorías y discursos sectarios hacen falta palabras y gestos valientes, posicionamientos que ahonden en los principios constitucionales por encima de los intereses particulares. 
De esta forma, ante una dolencia amarillista, ante un problema digestivo, se me ocurre acudir a un médico especialista veterano que acaba de jubilarse en Ávila; una institución que durante un buen tiempo estuvo ligado al socialismo y terminó alejado de sus siglas cuando el PSOE de Zapatero, antesala del sanchismo, empezó a dar tumbos. Por eso, hoy este Valtravieso se dirige a elogiar y valorar como se merece a un político coherente, José Manuel Hernández.  
Hace tiempo que no tengo oportunidad de hablar con él, pero recuerdo entrevistas y conversaciones enriquecedoras con quien en el año 2006,  en medio de la polémica del traslado de los papeles del Archivo de Salamanca, presentó su dimisión irrevocable como portavoz del Grupo Socialista en la Diputación de Ávila, para evitar también situaciones de desacuerdo, en el marco del debate sobre la reforma del Estatuto de Cataluña, cuyo texto «se aparta del concepto de solidaridad, fundamental para cualquier persona progresista que se ubique en el centro izquierda como yo», decía entonces. 
Estoy convencido de que hay miles de ciudadanos como Hernández, que se han sentido engañados en su militancia, en la práctica de sus valores de igualdad y progresismo. Nadie negará la legitimidad del nuevo Gobierno que preside Sánchez, pero sí su amoralidad, su incoherencia y su falta de consistencia ideológica. A esa mayoría silenciosa, que pueda haberse sentido engañada, van estas palabras: confiadas en los gestos valientes, en que su presencia en las calles y en los medios también ayudan a construir, a no resignarse. Pese a encontrar esa ausencia de ideales en los escaños del Parlamento, la sociedad no calla y en ella confiamos.