La felicidad, lejos de casa

Diego Izco (SPC)
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Álvaro Morata emprenderá una nueva aventura en Italia tras proclamarse campeón continental con la selección - Foto: J.P. Gandul / EFE

Morata es al delantero centro lo que el segundo de la clase: un chico de rendimiento notable que, si se toma en serio la competencia con el primero y el qué dirán, jamás logrará la felicidad. Ha tenido una buena carrera, ha sido el futbolista español que más dinero ha movido en la historia de los mercados, ha ganado títulos, ha tenido reconocimiento y prestigio (según él, mucho más conforme se va alejando de su Madrid natal)… Pero da la sensación de que hacer demasiado caso a las redes, a sus detractores, a los 'memes' y a la crítica le ha convertido en un 'nueve' infeliz e inconformista. Milán será la próxima prueba de fuego del chico que, aún a sus 31 años, no ha dibujado una sonrisa amplia ni para celebrar una Eurocopa. 

El capitán de la selección, portada en todo el mundo elevando el trofeo al cielo el pasado 14 de julio, pasa por ser un delantero demasiado frío y una persona demasiado emocional en un mundo donde para lo primero hay que poner cara de velocidad y para lo segundo hay que guardar las apariencias. Hay jugadores que saben convivir con la presión, que la abrazan y la convierten en compañera de camino hasta el punto de no enterarse de que está ahí. «¿Presión? Jugábamos en el CSKA -el equipo del ejército ruso- y, si hacíamos un mal partido, aunque ganásemos, los superiores nos enviaban al calabozo, que compartíamos con asesinos y violadores. ¡Aquello era presión!», expresó un exjugador de balonmano a sus compañeros en una charla de vestuario. Morata no lo hubiera soportado. De haber sabido 'pasar' de todo con la facilidad que fija centrales o cae en fuera de juego, el fútbol español habría tenido a un atacante de leyenda. 

Todo iba encaminado a ello cuando alcanzó el filial del Real Madrid: fue máximo anotador de su grupo en Segunda B en 2011, fue Bota de Oro en el Europeo sub'19 de Rumanía'11, fue Bota de Oro en el Europeo sub'21 de Israel'13 y dejó una marca de 31 dianas en 35 partidos en las categorías inferiores de la selección española. ¿Dónde se torció todo? En la competencia. En esa eterna sensación de que no era lo suficientemente valorado, en creerse más apto que algunos titulares cuando se veía en el banquillo y en no aprovechar la ocasión cuando se veía titular. Y también en la firme creencia de que «nadie es profeta en su tierra»… y a veces, incluso, es apaleado por el simple hecho de estar ahí. 

Valorado fuera

Morata ha visto cómo en España ha ido coleccionando burlas entre ácidas, divertidas e hirientes… mientras la Premier (el Chelsea) pagaba 66 millones por sus servicios, mientras la Juventus había una apuesta de 20 'kilos' por un muchacho de 22 años en 2014 (y respondía con 37 goles y 18 asistencias en dos temporadas) o mientras el Milan, que acaba de despedirse de Giroud, ha hecho una apuesta por un jugador de 31 años porque su prestigio está intacto en la Serie A y, quizás, en todo el fútbol mundial… menos en su propia casa, donde a veces pensaba que en el Atlético no le querían por haberse marchado al Madrid en Juveniles, y que en el club blanco no le querían por haberse criado en el fútbol base colchonero. 

Atrás quedan 31 tantos en 95 duelos con el primer equipo blanco y 58 en 154 con el rojiblanco. Unos porcentajes relativamente bajos para un 'nueve' que se elevan sustancialmente cuando viste el rojo de la selección: este verano, con el gol marcado en el España-Croacia, alcanzó los 36 en 74 compromisos internacionales, superando a David Silva y situándose como el cuarto artillero histórico de la Roja tras David Villa (59 en 98), Raúl (44 en 102) y Fernando Torres (38 en 110).