Editorial

Puigdemont sigue tensando la cuerda con el Gobierno

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El presidente de Junts, Carles Puigdemont, sigue apretando la mandíbula sobre la presa en la que se ha convertido el Gobierno encabezado por Pedro Sánchez y está lejos de soltarla. Su último mensaje, Bruselas mediante, ha dejado claro que no va dejar de marcar el ritmo que el Ejecutivo tiene que bailar, si quiere perpetuarse en La Moncloa. El dirigente independentista, que permanece fugado de la Justicia, ha anunciado no sin solemnidad que suspende toda negociación con el PSOE en las cuestiones sectoriales, que incluyen los Presupuestos Generales del Estado.   

Un día después de reunirse en Waterloo con el líder de Ezquerra Republicana, Oriol Junqueras, y de que ambos se comprometieran a recuperar la «fuerza e iniciativa del movimiento independentista», el expresidente de la Generalitat ha lanzado una andanada a Moncloa, que tensa aún más la cuerda, ya de por sí tirante desde el arranque de la legislatura.

Puigdemont ha fijado sus condiciones, entre las que se encuentra la convocatoria de una reunión urgente y extraordinaria con el PSOE, sometida al verificador internacional que ya consiguió imponer.

Es la respuesta a la larga cambiada del Ejecutivo, que ha decidido congelar en la Mesa del Congreso la cuestión de confianza presentada por Junts. Ahora la formación da un paso más e intenta dejar claro que no está dispuesta a permitir que sus exigencias se tomen a la ligera. Incluso cuando éstas, como ocurre en este caso, carecen de eficacia real.

El bloqueo que de hecho viene ejerciendo la formación independentista se despliega además en una doble dirección. Si por una parte no está dispuesto a relajar las exigencias para que se pueda llevar adelante una verdadera acción de gobierno, por otra se distancia de la posibilidad de apoyar una moción de censura contra  Pedro Sánchez, que el PP está sugiriendo para este callejón sin salida y que Vox parece dispuesto a apoyar. Una censura que tendría la finalidad de una convocatoria inmediata de elecciones, para recobrar un rumbo político perdido desde hace meses.

Pero el interpelado no está dispuesto a jugarse la posición estratégica que le otorgan ahora sus siete diputados en el Congreso y que podría variar después de unos comicios. Y tampoco está por la labor de renunciar a la alianza con Sánchez, que tan rentable ha resultado hasta ahora para sus intereses, especialmente con la aprobación de la Ley de Amnistía, de la que finalmente no ha podido beneficiarse el propio Puigdemont.

Ha dicho con meridiana claridad que la moción de censura no es una alternativa y que no existe ninguna negociación con el PP en este sentido. Lejos de eso, su estrategia pasa por seguir elevando las exigencias incluso más allá de la humillación, un umbral que se traspasó hace ya tiempo.