Su cupo está cubierto. «Era el momento de dar el relevo».Tras cinco años al frente del Óbila Club de Basket llegaba el momento de dar un paso a un lado. Y lo hizo Carlos Hernández Guío cuando entendió que en la persona de Jonah Callenbach el club tenía en quién confiar, como confiaron en él cuando tomó las riendas de un club que necesitaba alguien con conocimientos jurídicos al frente. Porque Carlos Hernández Guío ha tenido que lidiar con momentos delicados por una situación económica que llevó al equipo en varias ocasiones a caminar por el alambre del concurso de acreedores y la liquidación. Ahora, con todo mucho más tranquilo, se marcha para dedicarse a lo suyo, la abogacía, que no es poco, pero especialmente a la familia, que este verano tendrá un nuevo miembro. Avisa, «no voy a tener perro. O perro, o padre». Antes que él, eso ya lo han dicho muchos. El perro llegó y lo pasea el padre.
Abulense de nacimiento y abogado de vocación «sobrevenida».Como la de tuno, que le viene de familia. A los 19 años se puso a ello. Comenzó en la de la Pontificia de Salamanca, se sumó a la de Magisterio y se ha unido a la Universitaria de Plasencia. «Intento ir a un evento de cada una de las tres al año». De la bandurria a la guitarra, pasó por el acordeón y ahora toca el contrabajo. Sacó Derecho año a año «aunque con el expediente justito» porque «me dediqué más activamente a la tuna que al derecho».Era más de bar que de facultad. Terminada la carrera comenzó las oposiciones a jueces y fiscales. «Nunca llegué a suspender. Me retiraba voluntariamente, me podía la exigencia y mi preparador le sugirió a mi padre que comenzara a trabajar por las tardes. Y aquí estoy». Ahí es donde, de verdad, «comienza a gestarse esa vocación de ayudar a las personas, resolver sus problemas...» Continúa estudiando. «Para ser un buen abogado es vital no dejar de estudiar nunca».No es sólo estar al día, es que es una profesión que ha cambiado mucho. Ahora hay muchísima más competencia, el trato con los clientes, con los profesionales, con la justicia es diferente y te tiene que gustar mucho, porque no es tan sencillo ejercer ahora como lo era hace 20 o 30 años. Ahora es mucho más difícil y tienes que estar muy convencido de que es el camino que quieres seguir». Porque entre otras cosas, es una profesión en la que «nunca cierras. No hay horarios, siempre hay cosas que hacer. Hay semanas muy tranquilas y hay semanas en las que la jornada laboral no termina nunca y te lo llevas para casa».Comenta esas noches «en las que me levanto pensando en argumentos estrella o con ideas que se me han ocurrido. O con microinfartos porque sueño que se me pasan los plazos.El nivel de exigencia es muy alto». Menos el sector laboral y tributario, aborda todos los palos. «Aunque es verdad que hay que tender a la especialización, en una ciudad como Ávila especializarse y encasillarte en una sola materia es peligroso. Gracias al conocimiento global que te da preparar una oposición puedo llevar casi de todo». Lo ejerce en una ciudad en la que «la Justicia funciona razonablemente bien, no por los medios que tiene sino por las personas que hay, por la calidad de los profesionales que la componemos. Jueces, fiscales, agentes, tramitadores, funcionarios, abogados, procuradores... Todos. Si la justicia funciona en España es por las personas que están dentro, no por los medios que se le dedican y la poca importancia que se le da».
Gente que tira del carro, como su caso. «Yo me he dedicado durante muchos años a echar una mano de manera altruista en varias cosas. Primero estuve cinco años en la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados. Creo que todos los abogados tenemos que pasar una legislatura por el colegio a echar una mano. Luego ayudé con la Asociación de Abogados Jóvenes presentándome a presidente de la Confederación Española de Abogados Jóvenes». Justo después de eso llegó el Óbila. Mucho trajín. «Creo que ha llegado el momento de descansar y de dedicarte a ti, a tu familia, a tu negocio. Yo ya he cubierto ese cupo de echar una mano a mis compañeros, a la ciudad... Ya pasó ese momento».
Inquieto, «siempre me ha gustado participar de las cosas, ayudar, sobre todo cuando ves que puedes ser útil por tus conocimientos o capacidades». Estar por estar, «no». Y con esas llegó a Óbila en 2019 tomando el relevo de Raúl Álvarez. «La situación era muy complicada.Se necesitaba alguien con conocimientos jurídicos avanzados y vi que podía ayudar».Se necesitaba alguien de su perfil. De no tenerlo el club «lo habría pasado fatal porque no habría sabido cómo abordar lo que empezó a venir, sobre todo en el año 2020».Aquel año la deuda económica se le vino encima al club, «los acreedores se hartan, demandan al club».Una situación en la que había que reestructurar y renegociar la deuda. Años en los que la atención 'pasó' de la cancha a los despachos. «Otra persona con un perfil distinto lo hubiera pasado muy mal y probablemente hubiera abandonado el cargo».
Carlos Hernández ya se encontraba entonces en la directiva, en un plano secundario, «resolviendo alguna consulta jurídica» y es cuando empiezan a llegar malas noticias económicas. «Lo primero que hice cuando entré fue un cuadro resumen de cómo estaban las cuentas pero venía desde hacía meses conociendo la situación».El club le miró a él como relevo de Raúl «porque me atrevía a lidiar con esa situación».Un toro al que se tuvo que enfrentar especialmente los dos primeros años. «Fue agotador» porque «en esos momentos estuve solo. Después ya hicimos la estructura, que cada directivo fuera asumiendo su parcela pero los dos primeros años fueron duros. Teníamos a los acreedores en el cogote en plena pandemia. Ese planing que hicimos en julio de 2019 saltó por los aires en febrero de 2020».
Aquel 2020 lo tiene marcado como uno de los peores momentos. «Recuerdo cuando llamé a una procuradora para decirle 'esta noche te mando el concurso de acreedores del Óbila, preséntalo mañana'.Eso lo hicimos tres veces y al día siguiente lo paramos. Hacer el escrito de solicitud de concurso de acreedores del Óbila con petición de liquidación para cerrarlo fue muy duro» recuerda entre sus peores momentos. «Por suerte rompí ese papel». Deudas que pudieron llevarse por delante al club pero que ahora ya no acosan. «Hemos negociado quitas enormes, se nos han perdonado deudas, pero hemos estado muy cerca. Ahí es donde se necesitaba un profesional para negociar en la cuerda floja y el Óbila ha negociado en la cuerda más floja que había. Y teníamos muy poco desde lo que negociar». De la pandemia surgió su peor recuerdo pero también el mejor. «Ver las caras de los niños y las niñas cuando volvimos a jugar al baloncesto fue un chute de energía en un momento muy malo. Veníamos de jugar partidos a puerta vacía, en soledad».Aquellos días en los que se escuchaba el eco de las voces de los jugadores en un CUMCarlos Sastre solitario. «Cuando abres el pabellón y vuelven los niños se te pasan todos los males».En aquellos meses en los que «todo era un drama y en los que te preguntabas si merecía la pena... Por ellos merecía la pena todo el esfuerzo».
Aunque en momentos diferentes, los dos grandes equipos de la ciudad –Real Ávila y Óbila– han estado acosados por las deudas. No es casualidad. «Quizás por problemas de gestión pero sin duda por falta de apoyos económicos. Tanto el Real Ávila como el Óbila se sustentaban por el patrocinio privado pero cuando falla por el motivo que sea, hay que buscar otro y si no lo hay entiendo que deben ser las administraciones las que echen una mano en mayor cuantía de lo que la vienen echando en los últimos años. Aquí se apoya muy poco al deporte». El escenario presente no invita a pensar que vaya a cambiar este panorama. «Entiendo que no haya dinero para todo y que hay que abordar muchísimas cosas, pero lo que se da para el deporte desde las administraciones públicas es muy poco en comparación con el total del presupuesto. Incrementarlo un poco sería una gran ayuda para los clubes y no haría daño a la administración que sea». Lo agradecerían los clubes, «mucho más si tienes equipos en categorías nacionales y especialmente en el baloncesto. Si en el fútbol ascender te da dinero, en el baloncesto te lo quita. Más gastos por cánones, por avales, por desplazamientos, por inscripciones y ningún apoyo económico de nadie.Si quieres un equipo en una categoría top tienes que hacer una pequeña apuesta». Apuesta como la que hizo Coruña, hace 17 años rival del Óbila en el pabellón de SanAntonio y ahora equipo de ACB. «Lo que me dice es que por esa falta de apoyos se desperdicia una estructura humana y deportiva como tiene el Óbila, que en realidad tiene unas posibilidades de equipo de LEBPlata e incluso de Oro, pero para eso se necesita apoyo».
Un desempeño como presidente en el que fue clave «individualizar las parcelas de trabajo de cada uno y que los directivos tengan la autonomía casi plena en determinadas parcelas» lo que ha permitido que el Óbila funcione bajo su dirección pero apoyado en muchas manos. «El Óbila me ha enseñado a delegar. Yo no sabía delegar.He trabajado toda la vida solo y en el club comencé igual. Al poco tiempo me di cuenta de que si pretendía llevar esto yo solo me volvía loco. Delegar es necesario, no sólo por uno mismo sino porque es mejor para el club que en vez de una persona haya diez o quince, como estamos hoy».
Cinco años al frente de todo. Hasta aquí ha llegado. «No es sólo el Óbila. He echado mucho tiempo en el Óbila, en el Colegio de Abogados, en la Asociación de Abogados Jóvenes... Llega un momento en el que, por suerte, tengo mucho trabajo, una familia que crece y ahora lo que me apetece es trabajo y familia, que ya va siendo hora». Deja el Óbila en buenas manos. «Necesitábamos alguien que supiéramos lo que estábamos haciendo, que conociera los errores pasados para no repetirlos y que el grupo de trabajo se mantuviera unido bajo otra figura que no fuera la mía. Jonah cumplía todos los requisito.Lo teníamos delante». A veces sólo hace falta buscar cerca lo que parece que está lejos.