Hace una semana, el deporte abulense vivía otro de los hitos históricos con la confirmación del campeonato de Tercera División grupo VIII para el Real Ávila, que lograba el ascenso directo a Segunda RFEF. Un logro que en lo deportivo no encuentra semejanza en los veinte años anteriores.
¿Qué tendrá el fútbol que subir, digamos en términos reales, a una cuarta división, genere tanta pasión? Porque las más de 2.500 personas que se reunían en el Adolfo Suárez el pasado domingo suponía otro éxito más. Siempre he defendido que una provincia debe tener un equipo de referencia, y no he entendido nunca variante en este sentido que no pasara por el Real Ávila, independientemente de haya multitud de clubs provinciales y que compitan entre ellos durante todo el año. Es una marca de ciudad, de provincia y por lo que sea, este año se ha dado con la tecla y se ha logrado el ascenso directo. Cualquier otra posibilidad como un play off no sería más que una tortura casi imposible.
Ansias hay por saber cómo será la próxima temporada, quiénes serán los rivales, cuánto costarán los abonos y, sobre todo, si se hará algo con el campo de fútbol y quién lo hará. ¿Los usufructuarios o los propietarios? Desde luego, lo que no es de recibo es que Ávila tenga un primer estadio como el Adolfo Suárez, que además lleva el nombre de una de las personalidades más ilustres que ha dado la provincia en la historia, y que tiene mucha peor presencia y servicios que otros de Regional.
Es un asunto que habrá que abordar, porque soluciones hay. Es verdad que todas pasan por un desembolso, pero no dejará de ser una inversión a futuro y si se planifica con tiento puede ser más que acertada.
El deporte da muchas alegrías –y muchas frustraciones, es verdad–, pero hay que pensar en lo positivo. Más en estos momentos. Si en algún momento el equipo encarnado desciende otra vez de Tercera División, y no lo queremos, podremos tener una infraestructura deportiva como la ciudad merece.
Desafortunado estuvo el alcalde el lunes desde el balcón, cuando la afición le reclamaba un campo nuevo, esquivando balones, como portero que suele ser, diciendo que era la celebración del Real Ávila y no la carta de los reyes magos.
Desde luego, el público pide más por convicción que por otra cosa. Y aunque probablemente no sea una prioridad para el día a día de Ávila, sí tendría ser uno de los proyectos que debiera estar en la cabeza de cualquiera que quiere ser responsable de dirigir el rumbo de la capital. ¿De qué manera? Fórmulas habrá, pero eso les corresponde a otros.