El proyecto de convertir el Palacio de El Quexigal de Cebreros, un edificio del siglo XVI declarado BIC, en un hotel de lujo dotado de los más exclusivos servicios para sus clientes, que además se encuentra en un espacio natural privilegiado que está también protegido por su singularidad, será una realidad con las puertas abiertas a los clientes entre el verano y el final de año de 2026, según informó ayer el alcalde de la localidad, Pedro José Muñoz.
Tras recordar que esta iniciativa empresarial conoció su primera tentativa a finales de los años 80, de la mano ya de los propietarios de las bodegas Vega Sicilia, y que por diferentes motivos sufrió constantes aplazamientos hasta llegar al presente, añadió el alcalde que el hotel será ya una realidad en este corto plazo, algo que es una noticia «ilusionante no solo para Cebreros sino que creo que para toda la provincia de Ávila, porque creo que en estos momentos es quizá la mayor inversión que está sobre la mesa en cuanto a un desarrollo turístico».
El proyecto, que recordó Pedro José Muñoz que ya cuenta con todas las licencias necesarias tramitadas, es «sostenible» y además «ha contado con la unanimidad de todos los organismos participativos», entre ellos las pertinentes comisiones de medio ambiente y urbanismo», y va a servir, aparte de para abrir un servicio turístico de lujo en esa localidad, para «asentar población, ya que estamos hablando de en torno a 200 personas con un puesto de trabajo directo, a lo que habrá que sumar los empleos indirectos». Esta nueva oferta hotelera, siguió comentando, «creo que va a revitalizar Cebreros como destino turístico, pero a su vez también a toda la comarca», ya que viene de la mano de una empresa que «tiene toda la solvencia y el reconocimiento y va a ser un proyecto tractor en materia turismo».
todas las autorizaciones. Todos los pasos para la conversión del histórico palacio en un hotel de lujo, insistió el alcalde de Cebreros, se han ido dando «contando siempre con todas las autorizaciones» preceptivas para un negocio turístico, que en este caso han tenido la peculiaridad –con la dificultad añadida que eso puede suponer– de tratarse de un edificio declarado Bien de Interés Cultural que fue construido en 1563, como finca de recreo del rey Felipe II, y cuya finca cuenta con otros muchos valores, como por ejemplo el hecho de que el vallado de piedra es diseño del arquitecto Juan de Herrera, todo lo cual exige trabajar con el máximo cuidado para conservar su secular esencia.
Por todo ello, aclaró, «ahí no se ha hecho nada que no haya contado siempre con las autorizaciones urbanísticas, por unanimidad, y con la autorización de la Comisión de Patrimonio… Todo ha estado supervisado por la Junta de Castilla y León, por supuesto, y el proyecto ha contado con todas las autorizaciones necesarias, de lo contrario no se habría empezado en ningún caso».