Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


Hitman, asesino por casualidad

21/06/2024

Me cae bien Hans Küng, quien cuestionaba casi cualquier dogma de fe católico y le irritaba especialmente la infalibilidad papal. La iglesia católica como institución era intolerante y autoritaria. En resumen, que poseía una humildad intelectual sospechosamente protestante. La Iglesia solo tenía la alternativa de aceptar sus reflexiones para confirmar la bondad de sus preceptos y la honestidad de sus intenciones. Siguió dando sus clases, aunque sin poder afirmar que fueran acordes a los planteamientos de dicha religión, y optó por no ir al Vaticano a defender sus tesis.

El motivo que mencione a Hans es porque nadie como él refleja estos nuevos tiempos intelectuales. La tolerancia moderna no consiste en respetar ideas ajenas, sino exigir que los demás acepten tus sentimientos y reflexiones vitales como verdades dignas de ser no solo protegidas sino impulsadas. A nivel personal, he de reconocer que cualquier visión individual me parece respetable al ser uno libre de vivir como quiera. No significa que vea con indiferencia actitudes extrañas, sino que es difícil dialogar con quien no quiere escuchar.

La línea radica en cuando el punto de vista personal debe de tener una protección específica e imponerse a terceros por ley. Aquí ya me encuentro más incómodo. Los estados totalitarios asumen que el individuo solo merece respeto en la medida que se doblega y sirve a un ente superior denominado Estado; en la realidad es lo que diga el jefe.

No siempre el que manda está inspirado y no es descartable que tenga algún tipo de psicopatía. En niveles inferiores, el mundo de la empresa o autonómico, su capacidad para hacer el mal es menor al daño que provocaría limitar su poder. Hay que ser ciego para negar que, a Hitler, Stalin o el gran Timonel se les iba la mano con frecuencia. Hay otros que no nombraré que se sentían cómodos con el sonido de su voz.

Hay mucha gente que sufre. Las causas son diversas y los prejuicios impiden en ocasiones ayudarles como debiéramos. La incógnita es, si conseguirán superar dicho sufrimiento con el reconocimiento social. La felicidad no es un derecho, porque vivir acorde a una visión sobrenatural no impide las desgracias. El presente es fugaz y la percepción esquiva. Cada instante no puede ser especial y esperar que lo sea es el anticipo al fracaso absoluto. Somos aves de paso y olvidarlo es un ejercicio absurdo.