Lo he comentado alguna vez por aquí: hay quien se preocupa por dinamizar, y es señalado; hay quien se parte los cuernos por frenar, y es bien valorado. De hecho, se le hacen los coros. Vivimos en un contexto en el que se teme a los que montan bulla, en el que el grito parece dar la razón, y en un momento en el cual no se cuenta con los que arriman el hombro, empujan y llegan a objetivo. El mundo al revés. Me temo que esto ha sido así desde tiempos inmemoriales. Como cada año, en apenas unas horas un abulense volverá a ser el impulsor de un evento singular. Me atrevería a decir que único más allá de las grandes capitales de nuestro país. Hablo, sí, de un casi paisano, por los vínculos que ambos tenemos con Mironcillo. Ese gen inquieto que le ha llevado hasta a publicar libro y a tener otro en proyecto, ya lo atesoraba de pequeño, cuando pegaba balonazos a la muralla en el Dioce chico. El bueno de José Antonio García, Woody, organiza con mimo junto a un equipo con más solera que los toros de Osborne esos Premios La Alcazaba, que en cierta manera tomaron el relevo de aquellas veladas que organizaba su tío Costa en la Hostería Bracamonte, y a la que en alguna ocasión pude asistir. Múltiples caras conocidas se citan en la capital amurallada en un espectáculo que suele guiar con excelente tino y simpatía Luis Larrodera. Creo que no diré ninguna barbaridad si apunto eso de que Woody organiza estos premios -dedicados al cine, la televisión y la música, entre otras disciplinas- con un fin que, por ejemplo, se presuponía a las cajas de ahorros de antaño y que no pocas organizaciones obvian de manera tradicional, que es ceder algo al entorno, porque miran más el día a día, el resultado anual y que nada descuadre lo más mínimo. Hablo del retorno social que cada compañía, en la medida de sus posibilidades, debería aplicar -si tiene capacidad, insisto-, para mejorar la situación de sus territorios. Cierto es que se ha movido para lograr apoyos. Y no digo yo que todo el mundo tenga que organizar premios porque veo a muchos pequeños empresarios abulenses asfixiados, porque el papeleo abruma, la normativa cada vez resulta más opresora, y el ordeno y mando sin reflexión ni herramientas para apoyarlo no invita precisamente a afrontar emprendimientos. Dedicamos más tiempo a completar trámites que a afrontar las exigencias de nuestros procesos. El empresario es percibido por una parte de la sociedad como el enemigo a batir. Error. Woody, que a lo largo de los años ha sabido tejer una excelente agenda de contactos -tuvo buen maestro-, y sabe de esto de ceder en la medida de sus posibilidades. Se implica y sabe comprometerse, como aquella metáfora del huevo y el bacon. Por su empeño pasarán por Ávila este lunes actrices como Adriana Torrebejano o María Hervás, el presentador Jorge Fernández o el grupo Efecto Pasillo. No han sido pocas las caras conocidas que desde que se creasen estos premios han acudido a la ciudad amurallada, lo que ha puesto en el mapa a Ávila y ha despertado el interés de no pocos medios de comunicación. Todo un triunfo si somos conscientes de que el cohete que podría ser Ávila duerme el sueño de los justos desde hace muchísimos años. No pegamos voces, de manera que no se nos tiene en cuenta. Sin embargo, siempre hay salidas para hacerse ver, para demostrar que con empeño se logran triunfos, y que, a falta de fuerza, la maña suele funcionar. Woody lo demuestra todos los años. Seguro que estos galardones vuelven a ser un nuevo triunfo. Para él, para su equipo, y, lo mejor de todo, para Ávila. Ya me entienden.