La creencia popular indica que la costumbre española de comer tarde tiene que ver con el hecho de que durante la posguerra un gran número de personas tuvo que buscar trabajos extra para complementar ingresos. Se trabajaba del tirón por la mañana, se comía y por la tarde se echaba un rato en otro trabajo con el que complementar los magros sueldos de aquella época.
Parece que la historia se repite. El número de personas con dos o incluso tres pagadores ha experimentado un notable aumento en la actualidad, según el INE. Influyen en ello factores como la inflación, que ha descompuesto los presupuestos de muchas familias; el nivel salarial español, que sigue siendo bajo; y, en cierta medida, la poliocupación como producto de la modernidad. En efecto, la posibilidad de teletrabajar facilita esta tendencia, siendo especialmente común en Estados Unidos, pero no solo allí, sino también en países tan dispares como Suiza o Islandia.
Particularmente afectados por ese factor están los jóvenes, víctimas, en efecto, de los sueldos más bajos de la cadena. España, como país de servicios, tiene muchas actividades denominadas de «poco valor añadido». Además, el factor trabajo está muy penalizado por fuertes impuestos, cotizaciones y altas retenciones de la creciente presión del IRPF.
Alrededor del 70 por ciento del presupuesto del Estado español se destina a pensiones y gasto público en salarios. Será difícil en ese contexto que pueda aflojar la presión impositiva a corto plazo y que haya más excedentes para inversión productiva. Y como los modelos económicos no se cambian de la noche a la mañana, aunque las promesas políticas insistan en la fórmula del «birlibirloque», es probable que estos factores se consoliden en el tiempo.
Así que ahí tenemos a mucha gente que compagina un trabajo por la mañana con otro al mediodía, además de impartir dos clases por la tarde y realizar alguna guardia el fin de semana. Esa otra España a la que no le hacen honor ni las estadísticas ni las instituciones. Pero también España real.