Cuando Juan José Rodríguez se montó por primera vez en un avión con destino a Canadá decenas de vecinos de El Barraco habían hecho ese viaje ya. No en vano, sin saberlo, los tres matrimonios barraqueños que participaron en la primera expedición de la Operación Bisonte abrieron el camino a muchos otros paisanos que durante años después, y siguiendo sus pasos, marcharon al país norteamericano.
Juanjo era el menor de ocho hermanos de los que seis terminaron marchando a Canadá. Él lo hizo en 1972, recién cumplidos los 21 años, y reclamado por su hermano Régulo. La primera que marchó a Canadá fue María, la mayor, animada por las historias de progreso de su cuñada, también natural de El Barraco. María después reclamó a su hermano Víctor y éste a Pedro y lo mismo hizo éste con Emilia. Y es que, recuerda Juanjo, uno de los requisitos para emigrar a Canadá era tener algún familiar que no solo te reclamara sino que contara con recursos económicos suficientes para garantizar que su allegado podría vivir al menos seis meses en el país aunque no encontrara trabajo. «Mi hermano Régulo tuvo que hacer un depósito por mí», explica Juanjo quien nada más llegar a Montreal tuvo que hacer un curso de 20 semanas de inglés y otro del mismo tiempo de francés. «Justo cuando llegué el francés se convirtió en lengua oficial», apunta.
Al poco de llegar encontró trabajo en un restaurante por las tardes ya que por las mañanas intentaba aprender a chapurrear dos idiomas que en España nunca había oído hablar. En Chez Vitor, aún recuerda el nombre del local, entró fregando platos y terminó como camarero. De allí se fue a hacer ventanas de aluminio y luego a un supermercado en el que terminó siendo encargado. «Allí facturaba 70 ó 80 mil dólares. Nunca había visto tanto dinero», apunta Juanjo al recordar el gran impacto que suponía la vida en Canadá para un joven que hasta que fue a hacer la 'mili' a Cáceres nunca había salido de El Barraco. «Fue un cambio muy brusco», reconoce quien a Canadá llegó con un billete de 500 pesetas y dos años y ocho meses después regresó a España con más de 600.000 pesetas ahorradas, lo que no solo le permitió dar una buena entrada para un piso en Madrid que le costó un millón de pesetas sino adquirir un taxi tras aprobar también una oposición de Correos. También Régulo y Emilia regresaron de Canadá. No así sus hermanos Pedro, Víctor y María, que están enterrados en el país de los bisontes al que a Juanjo le gustaría algún día volver.