Kay Fernández (27 años) es un abulense que actualmente trabaja como electromecánico en ATI Sistemas Netherland, lo que significa que es técnico de mantenimiento en unos almacenes de logística de Inditex. A Holanda llegó «a trabajar» no hace mucho tiempo puesto que lleva en Lelystad desde el 9 de octubre. Y lo hizo porque le «ofrecieron unas condiciones inigualables. Además, yo estudié automatización industrial y robótica, y este trabajo me ofrece una apertura al mundo laboral de mi rama que en Ávila no tenía».
Aunque hace años estuvo viviendo en Bilbao y en Granada, volvió en su momento en Ávila para continuar con su formación. Pero siempre tuvo la «inquietud» de vivir en el extranjero y cuando tuvo la oportunidad no pudo rechazarla.
La vida en su destino actual «es muy tranquila, es una ciudad relativamente pequeña, muy verde, y con muchísimo campo. Incluso hay parques con caballos, gallinas, ovejas... Lo que más me sorprende es que todo el mundo habla en inglés, es el segundo idioma oficial». Entre las sorpresas que encontró estuvo «la falta de sol, aquí atardece muy temprano» pero también lo «seguro que es el país. Puedes dejar la bicicleta con una bolsa de la compra para entrar a una tiendecita, y cuando sales todo sigue intacto. Eso en ciudades grandes es impensable».
Entre los cambios también destaca «lo silenciosa que es la gente. En el metro, por ejemplo, no se oye ni un ruido, ni una voz elevada. De hecho, hay que tener mucho cuidado con fiestas en casas porque si haces demasiado ruido y vives de alquiler, te pueden llegar a desahuciar».
Esos cambios culturales hicieron que los primeros días fuera muy difícil la adaptación a Holanda. Como explica, «los horarios se aceleran, es decir, te despiertas muy temprano y te acuestas muy temprano. También me costó ligeramente adoptar el hábito de ir en bicicleta a todos los lados. La verdad es que el otro día nevó mientras volvía a casa del trabajo y, cuando llegué, parecía un muñeco de nieve. Además siempre hay viento, y de temperaturas no tiene nada que envidiarle al frío de Ávila, solo que es un frío mucho más húmedo. Así que, lo peor en mi adaptación es el clima sumado a la bicicleta».
Y también echa de menos cosas de Ávila, como su «perro, a mi familia, a mis amigos y, sobre todo, la vida social de Ávila. Hace unos años seguro que no habría pensado decir esto, pero echo de menos bares como el Comecocos, el Masmusica e ir al Poetry Slam de Ávila. Y de España, en general, echo mucho de menos la comida».
Pero reconoce lo que ha encontrado fuera, «la oportunidad laboral. Las condiciones, ya no solo económicas, sino de crecimiento personal que te brinda la empresa en España no lo encuentras. Te ofrecen formación continua y oportunidades para desarrollarte laboralmente. Por otro lado, otra cosa que valoro mucho es estar rodeado de campo, y la tranquilidad que me brinda el país».
Esto es lo positivo de un momento de su vida en el que tiene unos «horarios un poco locos» porque trabaja seis días y libra cuatro. «Los dos primeros días de trabajo estoy de mañana, los dos siguientes de tarde y los dos últimos de noche. Entonces, mi día a día varía bastante dependiendo de los horarios. Por ejemplo, hoy estoy de noche, así que ayer me quedé hasta tarde leyendo y me desperté sobre las 11. En un rato me echaré una siesta para entrar a trabajar descansado», señala.
Y ¿el futuro? Ahí deja el camino libre porque, «de momento, estoy muy feliz con la decisión de mudarme a Holanda. Me gusta el país y uno de mis mayores retos ahora es aprender holandés para adaptarme mejor. Cada día me va gustando más y no descarto quedarme en Holanda ni descarto volver a España. El tiempo dirá».