Chema Sánchez

En corto y por derecho

Chema Sánchez


Propósitos de vida

30/12/2023

La chimenea rebosa de humo, ese que hace compañía e impregna la ropa. El que llena estancias con una rotundidad perturbadora. Alguien ha abierto la puerta y la sala parece propicia para grabar el videoclip ochentero de moda. Faltan los cardados y las hombreras. Hay tal humareda que alguien bromea con que Papá Nöel, que pasó por allí el otro día al acordarse de los más pequeños, se ha instalado en la casa de manera permanente. «Cierra, que se escapa el gato», implora alguien. Suenan los cubiertos en la pila. El trasiego constante nos anticipa que algo se está cociendo. Para ser exactos, empieza a hervir la sopa que, en cantidades industriales, rebosará de consomé unos pocos tazones sellados con un escudo de roeles en su base, esa parte que queda escondida, casi besando el mantel. Císter Sta. Ana Ávila, puede leerse al girar el recipiente. Los platos, los vasos y la cubertería llevan guardados doce meses, a la espera de una gran ocasión. Lo llaman tradición. Las uvas ya están en cubículos individuales para que todo comensal tenga su docena preparada. Eso son moderneces. Cambio de año y salto al 2024, nuevo mes, nueva semana, nuevos propósitos. ¿Nueva vida? Una de las conversaciones, vana, en torno al tiempo y lo mal que está el mundo. Ni para hablar de la guerra hay consensos. Otra, tanto o más acalorada, analiza el mercado de fichajes de invierno y las opciones que tienen los grandes clubes de fútbol de ser aún más grandes. Política, igualmente, al fin y al cabo. Cualquiera de ellas podría haber sido una de esas charlas de ascensor que aborrezco, en las que, absorto, miro al tres, el botón mágico -me digo-, mientras cruzo los dedos para que el montacargas llegue a destino. ¡Ya! 
Aquí el reloj marca las 17:58, el sol se está poniendo. Aún faltan seis horas para el salto al vacío, y es justo en este momento cuando llega la hornada más esperada, la de los pequeños de la casa. Carreras microscópicas, minúsculos pies que cargan con esos músculos mulliditos, en desarrollo, que no dan más de sí, pero que parecen cargados de keroseno por la energía que impulsan. Las sonrisas flotan en el ambiente. El aire cambia. El humo parece haberse evaporado. Objetivo inmediato: llegar hasta el abuelo. Y, a renglón seguido, abrazar al primo, que ya es mayor, pero mola. Para nuestras personitas –como no hace tanto, para nosotros– no hay mayor propósito que el aquí y el ahora, el disfrute del juego. Siempre y en todo lugar. Irse a dormir: lo peor que puede ocurrir en la Historia del mundo mundial. Y demostrar amor a quien lo ha demostrado antes, no cuesta nada. Es de Primero de Familia. Ellos lo tienen claro, los adultos no se enteran de nada. De eso que llaman amor los abuelos van sobrados. Quizás más que los de generaciones precedentes. 
El aquí y el ahora, ¿eh? En qué día –no sé cuando– lo dejamos en un cajón, envuelto en gasas, y por más que lo busquemos, no acabamos de encontrar más que castillos en el aire, futuro que puede que ni exista. ¿Qué nos ha pasado? Prosiguen las sonrisas. Besos, arrumacos. Carcajadas. Paz de espíritu en mitad del festival infantil. Suena de fondo All I want is you. No confundir con el villancico omnipresente. Me emociono. Lo que habrías disfrutado de tus nietas, de tu nieto. El hueco de esa silla duele, nada de simbolismos como las camisetas que cuelgan en lo alto de las canchas de baloncesto. Duele. «¿Cómo has puesto esto a cocer tan pronto?», pregunta alguien. «Va a perder las vitaminas…», añaden desde el otro extremo de la habitación, con sorna, y ese planteamiento es secundado al momento por otra voz: «Y el sabor…» Una de esas reflexiones que más me ha calado en el 2023 que culmina, publicada en una de esas millones de redes sociales que pateamos, la compartía un tipo al que admiro y quiero desde hace años, con corazón morañego, Julio López, y tiene que ver con la esencia de estar aquí: No sirve de mucho acumular, la clave ha de situarse en vivir con aquellos a los que queremos, alejándonos en lo posible de lo(s) dañino(s), porque en no mucho tiempo, seremos un vago o inexistente recuerdo. La vida se hace con momentos, instantáneas, recuerdos que perduran mientras estamos aquí. El valor de vivir reside ahí. En esta Nochevieja, pero sobretodo en 2024, no sé usted, pero yo me esforzaré por dejar atrás lo malo y quedarme con la esencia. Nosotros. Con eso que da fuerza y sentido a proseguir, que no es poco. Ya me entienden.

ARCHIVADO EN: Ávila, Política, Nochevieja