Si usted va por la madrileña calle de Francos Rodríguez y alguien le pregunta dónde está La Muralla de Ávila no pierda el tiempo tratando de explicarle que tiene que intentar la A-6 desde la calle del Arquitecto Sánchez Arcas para después dirigirse a la avenida de Complutense y de ahí a la carretera de la Dehesa de la Villa. Lo más probable es que quien le ha preguntado por esa dirección no se esté refiriendo al principal monumento de la capital abulense sino al bar que hace más de un cuarto de siglo abrieron en el número 62 de Francos Rodríguez Eusebio Cabrero y Yolanda Martín, un matrimonio de abulenses (él de Pedro Bernardo y ella de Navarrevisca) que siendo jóvenes abandonaron la provincia de Ávila para buscar un futuro en Madrid.
La hostelería fue, recuerda Yolanda, la salida laboral de esta pareja que tras un tiempo trabajando por cuenta ajena decidió abrir negocio propio. El primer bar que montaron, rememora ella, estaba en la calle Artistas, en pleno barrio de Cuatro Caminos, y al mismo le llamaron El Balcón del Tiétar, como se conoce popularmente a Pedro Bernardo y en este caso como un guiño a los orígenes cuchareros de Eusebio. Cuando finalizó el contrato de arrendamiento de este bar el matrimonio decidió adquirir un local propio, lo que hicieron no muy lejos de allí, en el número 66 de la calle Francos Rodríguez. A ese bar lo llamaron La Muralla de Ávila, en alusión a la condición de abulenses de ambos y al monumento más conocido de la capital de la provincia que les vio nacer.
Con Yolanda al frente de la cocina y Eusebio, en la barra, La Muralla de Ávila pronto se ganó la confianza de vecinos de la zona y gente de paso por el buen hacer y profesionalidad de sus dueños, trato agradable, limpieza y también por su oferta gastronómica en la que pronto se hicieron con un hueco destacado las patatas revolconas. «Cuando las empezamos a poner la mayoría de la gente no sabía lo que eran», apunta Yolanda al hablar de uno de los platos más típicos de Ávila que ella aprendió a hacer de su madre, que aún vive en Navarrevisca, y que fue perfeccionando a base de horas y horas de cocina y cientos y cientos de kilos de patatas. Tanto es así que las patatas revolconas, con torrezno incluido, se convirtieron en el plato estrella de este bar y hoy en día lo siguen siendo pese a que hace ya más de tres años que Yolanda y Eusebio se jubilaron, dejando el negocio en manos de Catalina Pérez, natural de la localidad zamorana de Bercianos de Aliste, y que trabajó con este matrimonio abulense en La Muralla de Ávila durante quince años. También zamorano, de Cabañas, es el otro socio que en la actualidad atiende este negocio, Serafín Gago.
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De Yolanda aprendió la actual propietaria de este negocio madrileño cuyo rótulo es un homenaje a los orígenes abulenses de los primeros dueños todos los secretos de las patatas revolconas que a día de hoy, y pese al relevo al frente del bar, siguen siendo la tapa más demandada por los clientes de este establecimiento hostelero. «Cada semana elaboro más de 250 kilos de patatas», comenta Catalina, Caty, como la conocen todos, al hablar de la buena acogida que tiene este humilde plato entre quienes frecuentan esta taberna cuyas riendas tomó esta zamorana en enero de 2021 coincidiendo, casualidades de la vida, con la tormenta Filomena que hizo que La Muralla de Ávila de Madrid también viera nevar tanto como durante los siglos que lleva en pie lo ha visto la que se levantó en la edad media para proteger la capital abulense.