Diez años han pasado desde que el 24 de julio del 2013 el Alvia 04155 que cubría el trayecto Madrid-Ferrol descarrilase por completo en la Curva A Grandeira de Angrois (Santiago de Compostela). 80 muertos, nueve de ellos de Castilla y León, y 147 heridos fue el trágico balance de la mayor tragedia ferroviaria de la historia de España, solo superada por la catástrofe de Torre del Bierzo (León) de 1944. Este viernes concluía el juicio penal tras casi diez meses de sesiones en la Cidade da Cultura (Santiago) y en la que solo hay dos acusados: el maquinista que conducía el tren aquel 24 de julio del 2013, Francisco José Garzón Amo, y el exdirector de seguridad en la circulación del ADIF, Andrés Cortabitarte. Ambos no hicieron uso de la palabra en la última jornada de una causa que espera conocer su fallo en la primera de 2024, y en el que las asociaciones de víctimas esperan que la Justicia sentencie que no fue un despiste sino una cadena de negligencias que van más allá del maquinista. «Esa reparación moral es necesaria porque con ella llegará la justicia. Pero si no se reconoce lo que de verdad ocurrió en la curva de Angrois no puede haber reparación moral», asegura el vallisoletano Francisco Sierra Morán, hermano de Manuel Sierra Morán, uno de los 80 fallecidos hace una década en la nefasta curva de A Grandeira, que atiende a este periódico unas horas después del fin del macrojuicio.
Una sensación agridulce recorre cada una de sus palabras tras los diez meses de juicios y diez años de espera. «Habrá sentencia, pero justicia no va a haber. Hay gente que ya ha fallecido y nunca tendrán justicia», señala el vallisoletano, que no oculta que la causa le ha llevado a él, y al resto de familiares y víctimas, a «revivir fantasmas de hace 10 años». «Ha sido dolorosa la actitud cínica del exdirector de Seguridad de la Circulación –Andrés Cortabitarte– y los abogados del Estado».
«El juicio es una oportunidad para que se cierre esa herida», verbaliza Francisco, que insiste en que las víctimas «sabemos lo que ha pasado». En este sentido, no oculta el alivio que les produce que los «peritos independientes» y la propia Unión Europea, a través de su director de la Agencia Ferroviaria Europea, avale su versión, que niega que el detonante de la tragedia fuera un despiste y eleva las responsabilidades mucho más arriba del maquinista. «Se han ratificado nuestras sospechas, que es que se produjeron incumplimientos de Adif, que no hizo el análisis de riesgos propios, y que desconectó el ERTMS dejando la curva desprotegida». Teoría que Francisco «confía» en que sea asumida por la jueza: «esperamos que sentencie que había cosas que no eran admisibles y hubo decisiones que desembocaron en ello».
«Para que un accidente así suceda una línea que tiene un año y medio no puede deberse al despiste de una persona, tiene que hacerse muchas cosas mal durante mucho tiempo», resume Sierra Morán, que insiste en que hay 80 muertos «encima de la mesa». «Si todo estaba bien, ¿qué pasa, que los muertos están bien muertos entonces?».