Me llevé una gran alegría cuando leí en El Día de Soria que la editorial leonesa Rimpego (nombre que dan en León al alcaudón meridional) ha reeditado uno de los libros más tiernos y deliciosos de cuantos he leído: "Una vez había un pueblo", del escritor soriano Avelino Hernández, fallecido a los 59 años en 2003. He conocido a muy pocas personas que quisieran con tanta fuerza y pasión a esta tierra nuestra como Avelino. Se le iluminaban los ojos y el sentimiento cuando hablaba de Castilla y León, de sus gentes, de sus paisajes, de su cultura, de su historia. Y también de su futuro. Avelino ponía todo su ardor, que era mucho, su excelente prosa y su magnífica oratoria en sembrar ilusión y esperanza sobre el porvenir de esta región. Y lo hacía desde el deseo pero también desde la convicción. Creía en esta tierra, creía en nosotros. Y le dolía lo que había ocurrido, lo que estaba viendo, lo que presagiaba si las cosas no cambiaban. En este sentido "Una vez había un pueblo" es un canto al ayer, pero especialmente un desgarrado y lírico recordatorio de lo que jamás tendríamos que haber perdido. Recomiendo su lectura, sobre todo a los niños que pueden abordarlo sin el poso de tristeza y nostalgia que nos embarga a los que conocimos aquellos pueblos de nuestra infancia. La obra estaba olvidada, pero no perdida. Hay que agradecerle vivamente a la editorial Rimpego y a su fundador Joaquín Alegre Alonso que hayan relanzado este pequeño pero gran libro. Y también, claro, que hayan vuelto a recuperar a un autor como Avelino Hernández, que nunca debió ceder protagonismo en la vida cultural y literaria de Castilla y León. Pero así de injustas son las cosas. Una de las personas que más se preocuparon y trabajaron por esta tierra se esfumó sin que hoy muchos sepan que escribió maravillas como "Donde la vieja Castilla se acaba, Soria", "Crónicas del poniente castellano", en colaboración con Miguel Manzano e Ignacio Sanz, o "Los hijos de Jonás". Y que hizo de su pueblo, Valdegeña (hoy 37 habitantes), el centro de un mundo universal realista y mágico. Un mundo que Rimpego nos invita ahora a redescubrir.