Hace unas semanas tuve la oportunidad de ser padrino de la promoción de los alumnos de la UCAV que se graduaban. Un acto que, además de llenarme como experiencia personal, me despertó una serie de recuerdos de la época universitaria y, como le sucede a muchas personas y antiguos compañeros –hoy siguen siendo amigos de los de verdad, aunque el tiempo nos haya despegado– es un tiempo que hemos decidido guardar como algo añorado, que marcó la personalidad de cada uno, y que nos arranca una sonrisa al evocarlo.
En este relevante momento universitario –por cierto, recuerdo ahora que fue simultáneo al primer partido de España en la Eurocopa en la que acabó haciéndose con el título–, era una obligación trasladar a los recién graduados la necesidad de que sean buenas personas, que ayuden a hacer un mundo más humano, con valores humanistas basados en la verdad, el compromiso personal y el servicio a los demás, porque hay está la esencia para hacer un mundo mejor.
Hubiera sido imperdonable en estos tiempos no hacer un recordatorio ni de las posibilidades ni de los riesgos que ofrecen los desarrollos tecnológicos. En las grandes revoluciones, y estamos inmersos en una de ellas, siempre hay quien se intenta aprovechar de los demás. Y para eso hay que preparar a las personas, y considero que la Universidad Católica está formando así a los alumnos, más allá de que los jóvenes de hoy tienen una gran capacidad de adaptación, es un signo inequívoco de esta generación, que va a saber hacer frente a los retos que se van a encontrar cada día.
Sin embargo, todos nos volvemos más vulnerables cuando suceden acontecimientos como el del viernes, ese caos mundial vivido el pasado viernes cuando un proveedor de seguridad informática de una marca tan extendida en todo el mundo como Microsoft, por un error en una actualización causó un colapso mundial de sistemas informáticos.
Esto es casi tan grave como un ataque, con la salvedad de que un error humano no tiene una intencionalidad maliciosa. Casi asusta más que un lapsus en un momento determinado genere un caos de esta magnitud, con medio mundo paralizado.
No es más que un recordatorio de la necesidad de estar preparados para cualquier cosa, porque hemos sido testigos de la fragilidad de una nube que un momento determinado se puede evaporar.
Y a pesar de todo, deseo que la inteligencia natural siga controlando, por muchos años, todas las posibilidades de la artificial. Será la manera de evitar el apocalipsis.