El INE publicó la semana pasada el comportamiento del PIB en el tercer trimestre del año. La economía creció un 0,8%. Sin embargo, este crecimiento se debe en nada menos que un 60% al consumo público, lo más poco saludable en una economía de mercado. De hecho, este lunes también el INE ha publicado que los españoles en ese mismo trimestre lo que decidieron fue ahorrar y consumir lo mínimo indispensable. Esta forma de actuar no se corresponde precisamente con un sentimiento de tranquilidad en el presente y en el futuro inmediato de la economía familiar. Y se compadece poco con las campanas al vuelo que el Gobierno y su mariachis pregonan.
Hace apenas unos días, la UE nos daba un repaso en términos de pobreza infantil, pobreza energética y hasta diez indicadores en los que la economía española dejaba bastante que desear. La realidad es que, aunque el gasto y la deuda pública y los ingresos por turismo presionen al alza el PIB, los hogares lo pasan mal. Tan mal que ya hay responsables políticos que para cubrirse la cara aseguran que la clase media en España la componen los que ingresan entre 1.000 y 1.200 euros al año. ¡Así cualquiera!
Somos más pobres y la inflación sigue ahí dañando la economía familiar. Incluso el Gobierno, que no ha cumplido con su obligación de deflactar la tarifa del IRPF en muchos años, se beneficiará de devolver los impuestos de los alimentos y la energía al lugar donde estaban ya que, al ser los precios de esos bienes más altos, la recaudación será mayor que la pérdida que cosecharon cuando decidieron bajar los impuestos de esos mismos bienes. Un atraco de 91 subidas de impuestos desde que llegó Sánchez a La Moncloa que harán de 2025 un infierno fiscal para trabajadores y empresas. Un saqueo que llevará a muchas pymes a no poder mantener el empleo o directamente la actividad y a que España siga el primero de un ranking vergonzoso que se llama paro y desempleo juvenil. Eso sí, el PIB de lujo.