Cuando Junts, el partido de Carles Puigdemont, entra en una ecuación política puede afirmarse que cualquier esfuerzo que se realice para contar con ellos será un intento baldío que conducirá a la melancolía. La nostalgia, la aflicción, la morriña -el sentimiento gallego que tan bien conoce el presidente del PP- lleva a Alberto Núñez Feijóo a seguir recordando que no es presidente del Gobierno porque no quiso. Pedro Sánchez, por su parte, busca de forma denodada conseguir que se aprueben los Presupuestos Generales del Estado para 2025, que darían mayor estabilidad a una legislatura por naturaleza inestable dada su precariedad parlamentaria y allanar así su camino hacia 2027.
Núñez Feijóo trata por todos los medios de desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa y para ello no duda en buscar cualquier resquicio y explorar cualquier oportunidad. El último intento de estos días es tratar de convencer a Junts de que le preste sus votos para una moción de censura contra Sánchez ahora que Vox se ha abierto a la posibilidad de votar con los independentistas solo para ese fin, aprovechando que ha habido acercamientos en votaciones sobre leyes fiscales de interés común para los partidos de derechas. El esfuerzo ha acabado en la melancolía en el momento en que Junts ha dicho que es "una broma macabra" pensar que votarán junto con el partido de extrema derecha, y con el PP, que "por la mañana te piden que les ayudes y por la tarde te quieren en la cárcel". Pero cada vez que vea alguna posibilidad de acercamiento a Junts Feijóo lo va a intentar porque es la única posibilidad de que prospere una moción de censura, dado el portazo recibido del PNV que gobierna en coalición con los socialistas en el País Vasco.
Feijóo, que se califica más fiable que Sánchez a la hora de cumplir compromisos, quiere la moción de censura para convocar elecciones de forma inmediata lo que previsiblemente le daría la posibilidad de gobernar en coalición con Vox -solo no alcanza la mayoría absoluta-, pero no termina de convencer a Junts y eso que su secretario general, Jordi Turull, afirma que "el discurso de que si no votas a Pedro Sánchez vienen el PP y Vox no nos impresiona para nada". Pero por si acaso no se avienen al pacto porque nunca van a poder demostrar mejor que la gobernación de España les importa una higa.
La melancolía también invade a Pedro Sánchez que cada vez ve más lejos la posibilidad de contar con nuevas cuentas públicas. El imprevisible Carles Puigdemont envidó hace unas semanas y propuso que el jefe del Ejecutivo se sometiera a una moción de confianza, o que se atuviera a las consecuencias. El próximo jueves, la Mesa del Congreso enterrará esa iniciativa y el viernes Puigdemont y los suyos "tomarán decisiones que no gustarán al PSOE". O sea, que descartada la moción de censura lo que más daño puede hacer al PSOE es que no se aprueben los PGE y una ruptura total que convierta la vida parlamentaria en un martirio y que el Gobierno solo pueda gestionar en lugar de hacer política.
Junts no se fía de Pedro Sánchez por el incumplimiento de acuerdos previos sobre financiación y traspasos de competencias, pero por una vez el PSOE parece que no está dispuesto al chantaje de la moción de confianza, que precisamente dependería de los votos de Puigdemont, que buscaría una nueva humillación o más réditos de Pedro Sánchez. La maniobra es tan evidente como el ataque de melancolía de Feijóo y Sánchez.