Con la noche más mágica del año, que da paso a un día de disfrute de los más pequeños de los regalos que los Reyes Magos les dejaron en sus domicilios de madrugada, terminan las Fiestas de Navidad y Reyes que mantienen el funcionamiento del país a medio gas desde mitad del pasado mes de diciembre. Los más pequeños vuelven el miércoles al colegio, y está semana puede que aún haya margen para que alguno se la tome menos en serio, pero es tiempo ya de volver a arrancar la maquinaria a tope para afrontar el nuevo año recién comenzado. Ojalá que junto a esos regalos, los Magos de Oriente hayan dejado las ganas suficientes en los ciudadanos y el acierto que necesitan sus dirigentes para que la sociedad avance por el buen camino, tanto en el apartado económico como en el de la convivencia, que falta hace en ambas.
Ávila afronta el nuevo año con los mismos retos que hace décadas, lo cual no es una buena noticia, desde luego. De hecho, el no haber solucionado ninguno de los graves problemas estructurales de la provincia en los últimos años es la peor noticia posible y un síntoma de que ni los políticos desde su responsabilidad de dirección, ni la sociedad desde la suya de reivindicación, han sido capaces de dar la vuelta a una situación que no es nada nueva y que al inicio de cada año se viene repitiendo desde hace ya demasiados.
Malas comunicaciones por tren y carretera, poca industria, excesiva dependencia del turismo en el sector económico, pérdida de población, fuga de jóvenes, envejecimiento de la sociedad, déficit de instalaciones deportivas o insuficiente oferta cultural son algunas de las necesidades que la sociedad abulense viene detectando desde hace ya demasiado tiempo y que en este recién estrenado 2025 se mantienen con muy pocas variaciones, desde luego que insuficientes para considerar que puedan estar ni siquiera cerca de su solución.
Y lo peor de todo es que estas carencias no son de las que se pueden solucionar de un año para otro, por lo que es muy probable que en el arranque de 2026 la situación sea muy parecida. La mayoría de ellas requieren de un planteamiento de trabajo a medio o incluso a largo plazo que, de momento, no se atisba y esta es una situación que para nada invita al optimismo.
Quizá no es el momento de no ser exigentes, pero con que hubiera una mínima iniciativa para que alguno de esos problemas se comenzara a encauzar de cara a una solución que no permita escribir algo como esto dentro de diez años, algo habríamos avanzado.