David Casillas

En tierra de nadie

David Casillas


Glándulas de mono en el splash

11/01/2025

Si hay una cosa que de verdad de duele cuando llega el fin de las entrañables y consumistas fiestas es que con ellas se vayan también los anuncios de colonias que saturan los espacios publicitarios, esas creaciones audiovisuales que son un bucle mantenido sine die a pesar del paso de los años, las décadas y las glaciaciones.
Son graciosos, o casi. Quieren ser sutiles y son planos; parece que quieren decir algo pero a mí no me llega nada (seguro que es culpa mía); aspiran a ser originales pero todos son la repetición del mismo argumento tácito: tú compra ese ungüento bienoliente, que no te quedará sitio en la agenda para atender a tanto éxito sexual. Miradas, gestos, poses, escenarios idílicos que anticipan sin duda ninguna el triunfo de aspirantes a donjuán o a doñajuana. Todo presunto, claro.
Creo que hubo un tiempo en el que fui universitario... –sí, me lo confirman mis asesores–, y compartir eso del divino tesoro de la juventud y las malas compañías que tan buenas eran nos llevó a algunos amigos de la pensión a comprar cada uno un frasco de 'brando splash', como garantía de éxito en nuestras justificadas intenciones de conquista del amor… o de algún sucedáneo. Que contenía glándulas sudoríparas de monos en celo, o algo así, nos decía un slogan a modo de argumento de su infalibilidad.
Pero nada, ni por esas. Yo me lo eché una vez, o dos, pero tras constatar el previsible fracaso el frasco quedó olvidado, seguro que incluso mal mirado, y solamente alguna gota más perdió cuando me lo pedía un amigo y yo le decía que sí, quizás menos por generosidad que por despecho a la fallida colonia.
Hace unos meses, revisando cajas llenas de testimonios de aquel pasado lejano, encontré en un rincón el frasco del fallido brandosplash, aún casi lleno aunque han pasado más de 35 años de su compra, demostrando, eso sí, que el tapón de cierre era hermético para hacer su contenido tan inaccesible al paso del tiempo como lo eran para nosotros las chicas de aquella olvidada juventud que desconocían los poderes sobrenaturales de la pócima sobre nuestros cuellos, tímidos pero sostenedores de cabezas jóvenes, felices e indocumentadas.
La culpa no era nuestra, en absoluto, lo era de la colonia que incumplía sus tentadoras promesas cual político metido en harina electoral. Ni lo fue después, cuando desconfiamos de ella y seguimos ligando menos que un parquímetro; el problema, creo, es que éramos de un atractivo difícil de percibir, demasiado difícil.
No funcionó en aquel grupo de irresistible amigos el brandosplash ese y ahora quieren que nos creamos que lo van a hacer otras indenominaciones de origen diferentes... que seguro que ni tienen glándulas sudoríparas de mono en celo ni ná de ná.

ARCHIVADO EN: Ávila, Pensiones