Siempre he sido más de escuchar música anglosajona que española. Qué le vamos a hacer. Probablemente las canciones más insulsas cobraban relevancia por aquello de que, con los phrasal verbs, uno se quedaba con el 35% del sentido de los textos. Aprendimos inglés con grupos que hoy nuestros pequeños consideran "clásicos". Ver para creer. De manera que, en un parpadeo, algunas canciones que nos han acompañado han rebasado las 25, treinta o cuarenta primaveras. Sin embargo, de vez en cuando hay algún sencillo en castellano que a uno le vuela la cabeza. Lo de la psique humana sigue siendo un misterio, por mucho que se vaya avanzando en ámbitos como la neurociencia, o se den pequeños pasos para hacer frente a enfermedades mentales que arrasan familias. Entre sobras y sobras me faltas es uno de esos temas. Conozco la historia de la canción y no deja de ser una lección de vida. Cuántas veces hemos pensado en lo que dejamos de decir, nos hemos fustigado por no haber puesto pie en pared en algún momento, o hemos ensayado en el duermevela la resolución de problemas… La vida, en fin, está hecha para vivirla despiertos. Con arrestos, en lo posible. Con las piedras que uno lleve en una mochila, algunas veces muy pesada. En estos días se da la circunstancia de que vivimos el 8-M, Día Internacional de la Mujer, pero también se cumplen 20 años de una de las mayores salvajadas que han tenido lugar en suelo español y europeo en el tiempo en que, al menos a un servidor, ha vivido. Muchos recordamos aquella mañana de un 11 de marzo de 2004, en la que, la cifra de fallecidos y heridos no dejó de crecer. El goteo era aterrador. Al menos un servidor nunca olvidará la escenografía macabra que los explosivos generaron. O aquella foto de un chaval, completamente desorientado, con un brutal impacto en un ojo. Se llamaba Sergio Gil –recuerdo–, no tenía ni veinte años, y los asesinos radicales intentaron acabar con su vida normal. Simplemente por estar. Aquel joven superó las secuelas de unos atentados que sacudieron no sólo a Madrid, sino también a otras muchas localidades de donde procedían las casi 200 víctimas mortales que hubo y los 1.900 heridos que dejaron las bombas. Por supuesto, aquella desgracia se politizó, por unos y por otros. Esto es España, amigo. Dio igual que aquellos desgraciados escondidos en el fanatismo religioso dañasen a gente con raíces en otros territorios como Castilla y León, por cierto. La no tan lejana pandemia del COVID ha puesto sobre la mesa la capacidad que tenemos de olvidar a una velocidad de vértigo. Mala cosa. Veinte años después, aquellos hechos que nunca debieron suceder remueven entrañas. La Historia relevante sí debe contarse, para que no se repita. No para retocarla con los pinceles de cada época. Porque, de los errores conviene aprender. Nosotros, pero también la sociedad que nos arropa. Y tengo mis dudas de que lo hagamos. Ni siquiera aunque nos convenga. Ya me entienden.