Llegando el Resucitado, y hasta las fiestas de verano, los festejos van por barrios. Llegando la época estival, el polo de atracción está en los pueblos, que ponen su broche a comienzos de septiembre, cuando la capital se enfunda de medieval. Algunos coletazos de otoño, y llega el solemne día de La Santa. Parón invernal hasta navidades, roto en Carnaval con fiestas en la capital y en la provincia con sellos de reconocimiento dan continuidad a la celebración. Un paréntesis durante la Cuaresma, y vuelta a empezar.
Nadie podrá decir que en Ávila no hay fiestas, aunque sí se puede reflexionar sobre la calidad de éstas. Hay de todo, por supuesto, pero no cabe duda de que unas grandes fiestas, hacen del barrio, del pueblo o de la ciudad un lugar más grande. Y las fiestas no las hace un programa de actividades concreto, sino la gente. Su participación e implicación es fundamental porque es en esencia vivir la calle, y qué somos sino humanos necesitados de la convivencia y de las relaciones sociales. Engordar programas, como se está haciendo últimamente en la capital con un sinfín de actividades que nada tienen que ver con la fiesta, el caso de San Segundo en la capital es el último (y no es la primera vez), no hacen más atractivas unas fiestas.
Poco tiempo más queda en esta acelerada vida para el ocio y disfrute que el que permiten unas fiestas. Quizás por eso cometemos excesos imperdonables que también se convierten en santo y seña de la celebración. Somos así, para lo bueno y para lo malo.
Servidor ha sido partícipe de la organización de festejos, de pregonar alguno, y todos, con sus diferencias y con su esencia, son singulares. Esta es la manera de comprender por qué algunas personas llegan al hartazgo. No es fácil diseñar fiestas que mantengan el nivel de implicación de la ciudadanía. Agota.
Las celebraciones festivas han de implicar a toda la población, desde mayores a pequeños, y en la capital abulense se sigue fallando. Incluso los medievales que siempre he defendido como la fiesta de Ávila por la implicación de sus vecinos, se agota si no se reactiva. No hay un cambio de dinámica, y ahora tampoco parece que habrá dinero para propiciar esa transformación, pero se debería hacer el esfuerzo porque eso sí es hacer ciudad. Aunque claro, para esto también hace falta tener muy claro qué tipo de ciudad se quiere construir.
Estamos arrancando (si se para en algún momento) el tiempo festivo, la climatología anima a salir a la calle… y la posibilidad de meter una marcha más en las fiestas de la capital, y no reducirla en las localidades de la provincia, está ahí.