Humor, inteligencia, ironía, reflexión e inocencia. La pequeña Mafalda lleva seis décadas agitando las conciencias de medio planeta desde que su autor, Quino, Joaquín Salvador Lavado (Mendoza, Argentina, 1932-2020), publicara en el semanario argentino Primera Plana el 29 de septiembre de 1964 la tira número uno de esta audaz niña con una gran conciencia social. Desde entonces, el mundo se ha rendido y se sigue rindiendo a la agudeza mental de Mafalda y de su creador. Hasta la generación Z ha sucumbido a la afilada y tierna mirada de esta pequeña del barrio de San Telmo de Buenos Aires.
El nacimiento de esta niña tan ocurrente, que odia la sopa como metáfora contra la imposición y no está conforme con nada, supuso un antes y un después en la carrera de su creador. Y eso que ya había dado a conocer poco antes su primer libro, Mundo Quino, una obra reeditada de forma habitual desde entonces.
Pero Mafalda no es solo un personaje de cómic. Con el tiempo, trascendió su contexto original para convertirse en un símbolo de identidad cultural y crítica social. Se convirtió en una comentarista perspicaz de los acontecimientos de la actualidad, abordando hechos tan complejos como la Guerra Fría, el conflicto de Vietnam, las armas nucleares, la educación escolar o hasta el sentido de la vida. No debe olvidarse que Mafalda nace en pleno choque entre dos formas completamente diferentes de entender el mundo desde el punto de vista político, ideológico y económico, como son el capitalismo y el comunismo -Occidente contra Oriente y viceversa-. Las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron los años del pánico a una confrontación atómica y la época de las dictaduras comunistas encabezadas por la extinta Unión Soviética.
60 años de quinoterapia Sin embargo, el legado de Mafalda, a pesar de haber existido en ese contexto histórico tan dispar y distante al actual sigue más vivo y de actualidad que nunca. Su poder narrativo es tan brutal que alcanza todos los tiempos y todas las sociedades contemporáneas.
La pequeña niña inconformista quiere cambiar el mundo porque no lo entiende, no sabe por qué hay guerras, por qué hay niños que se mueren de hambre o por qué hay maldad en el ser humano.
Desde su inocente utopía, aliñada con agudas reflexiones, la bonaerense quiere arreglar el planeta trabajando como intérprete en la ONU, deshaciendo conflictos y creando armonía y concordia entre países enfrentados. Y con un solo ingrediente: la felicidad.
60 años de quinoterapia Sin ideas políticas
Son muchos los estudiosos de Mafalda, incluidos sociólogos y semiólogos como Umberto Eco que abogan por la falta de una idea política predeterminada en las tiras de este personaje. «Tiene ideas muy confusas en política», llegó a escribir el italiano sobre la pequeña, a la que definió como inconformista.
Una situación ideológica neutra que también se extiende a su autor, Quino, quien no era muy distinto a su criatura. El humorista ya manifestó en distintas entrevistas que «su drama» era precisamente no contar con unas ideas políticas claras y que se sentiría «muy feliz de poder creer en algo, pero no creo en nada...», sentenciaba silenciosamente el argentino.
Por eso adora a Mafalda, que acaba de llegar a este mundo y que es una niña que adora a los Beatles, al Pájaro Loco y a su hermano pequeño Guille, y que aterriza en esta sociedad hecha por mayores, que es extraña y atractiva a la vez, sin entender absolutamente nada.
60 años de quinoterapia Por eso Mafalda es universal. original y personalísima, porque interesa no solo a los niños sino también a los adultos, que «les propone volver a la infancia, pero no a la infancia vivida sino a la no vivida», confesaba en una ocasión Quino a un periódico argentino.
«Este es el gran secreto de Mafalda, el poder sugerirnos una catarsis de madurez que dio la vuelta al mundo con la siguiente fórmula: veamos este mundo hecho por los mayores como si los mayores no existieran». Fue una fórmula simple y efectiva.
Pero, ¿la pretensión de Quino era realmente la de crear una corriente cuasi filosófica, como se ha llegado a plantear? Evidentemente no. El dibujante propone una Mafalda sin pretensiones, pero con ciertas ínfulas de sabiduría, y siempre con cierto tono inocente y ligero, con el objeto de no saturar al lector. Al final, sus seguidores descubren en esta pequeña rebelde a la eterna amiga que hubiesen querido tener en la niñez.
60 años de quinoterapia Así, los jóvenes y no tan jóvenes que siguen a Mafalda hoy en día encuentran en sus viñetas un cierto alivio a su desasosiego con el mundo que les rodea, como si la realidad de mediados del siglo XX no fuese tan dispar como la de principios del XXI. Por eso, esas pequeñas y breves tiras cómicas sirven de bálsamo a las nuevas generaciones que ven en Mafalda a una auténtica aliada a su causa.
Muchas veces, el mundo de los adultos, incomprensible y absurdo, es superado por la integridad, el idealismo y la lucidez de una niña de tan solo seis años.