Cuando alguien intenta simplificar el fútbol diciendo eso de «22 tipos en pantalón corto persiguiendo un balón», una réplica perfecta se dibujó en el Real Sociedad-Barça: si fuera algo tan sencillo, no sería posible que el peor local de la categoría recibiese al líder, el que ha disparado 90 veces a portería en 12 jornadas, el que llevaba siete partidos seguidos marcando tres o más goles, la máquina ofensiva más precisa de Europa… y no meta un balón entre los tres palos. O que sí, que metió uno pero el videoarbitraje se lo quitó. El juego parece sencillo en su ejecución, pero analizar por qué suceden algunas cosas da para colecciones enciclopédicas.
Muy fácil
A veces, sin embargo, la complejidad del fútbol desaparece si un rival (Osasuna) asume su inferioridad pronto ante un 'gigante' (Real Madrid) y 'descansa' a la espera de competir en otras circunstancias más favorables. En una jornada que iba para tragedia -tres lesiones, la de Militao muy grave-, los blancos encontraron facilidades para que VinÍcius se mostrara como el faro al que seguir en estos tiempos de dudas, para que Bellingham al fin se estrenase como goleador y para que se perpetuase en el ambiente la sensación de que Mbappé vive en un estado de incomodidad del que no logra zafarse.
No tocar
Simeone hizo grande al Atlético con una táctica algo irritante y bastante molesta (para el rival): resistir y contragolpear. Cuando se hizo grande, le pidieron que hiciera otra cosa, claro, porque los grandes no juegan como pequeños. Y lo intentó, pero fracasó en cada intento y esta temporada empezó a consumir parte de ese crédito infinito que parecía poseer en el Metropolitano. Ante la crítica, el 'cholismo' más extremo ha regresado. El rey del 1-0, del sufrimiento excesivo y la frustración del adversario, ganó en Palma con su método favorito. Si algo funciona, ¿para qué tocarlo? Para intentar mejorar. ¿Y si no sé hacerlo? Pues… no lo toques.