Ha finalizado una Semana Santa muy peculiar, distinta y nunca vista desde sonde llega la memoria, o como dicen ahora, "desde que hay registros", como si no hubiera un antes. Sin embargo, la memoria colectiva siempre sale al paso y algunos datos de la historia a veces corroboran que mucho antes de los registros ya había situaciones semejantes.
Una sensación extraña se ha apoderado de las gentes porque este año la Semana Santa ha sido la más lluviosa nunca recordada, y como prueba de ello, a nivel general, la nota predominante ha sido la suspensión de la mayoría de los actos procesionales.
Como Cronista, no quiero convertir estas líneas en un diario que recoja los detalles y circunstancias de estos días pasionales, pero sí quiero hacer unas reflexiones.
Por una parte, me he llevado una sorpresa al apreciar que sí hay relevo generacional, que gente joven coge el testigo de sus mayores y con una ilusión que yo antes no había visto.
Me impactó especialmente una escena que aparentemente no tiene demasiada relevancia, pero que tiene una buena carga de profundidad, ese grupo de chavales, alguno hijo de cofrade, que portaron al Niño Jesús Nazareno en una improvisada pequeña procesión en el interior del templo, un día de suspensiones, con la gente allí resguardada haciéndoles pasillo para que se pudieran estrenar en desfilar con su Niño Jesús Nazareno, ¡era su primera vez…! y en el ambiente se respiraba un clima de emoción contenida por ver la satisfacción de los más pequeños, que tanto ansiaban procesionar su pequeño paso pasional.
También, en esta línea, hijos de amigos que salen por primera vez junto a sus mayores, a los que yo conocí con esa edad juvenil cuando nos afanábamos en una recuperación de la Pasión arevalense. Otra gran satisfacción. Y esos niños ya grandes que siguen en su compromiso con la religiosidad popular y con la tradición semana santera que desde esos 37 años que llevamos de andadura, vive una experiencia de recuperación, material y espiritual.
Si a todo esto además añadimos las circunstancias particulares de este año de "aguas mil" que, como experiencia podríamos decir que ha sido muy fuerte y con muchas connotaciones personales, además del contexto general de la ciudad, de la parroquia, de las cofradías, de los propios cofrades y su interioridad, que puede estar cargada de más o menos espiritualidad, y de sentimientos interiores… ¡quienes somos nosotros para meternos en la mente y el corazón del otro…!
Fíjense de lo que hablo, de ocho desfiles procesionales, uno de ellos era nuevo este año, han salido dos y medio, digo yo, porque la vuelta a El Salvador el Domingo de Gloria, colmó un poco esos deseos de sacar las imágenes. Todos los días con pena y desilusión, mirando al cielo y a las aplicaciones del móvil a ver como evolucionaba la climatología.
Ha sido un "sin vivir", una prueba difícil para esta colectividad de cofrades y penitentes que cargan, una prueba para la propia cofradía que en todas las ocasiones ha tenido que tomar decisiones difíciles, y de las respuestas rápidas del plan B, todo para intentar salvar las situaciones de cada momento.
Un reto salvado con mucha dignidad y la colaboración de todos, que ratifica la personalidad y fuerza de nuestra Semana de Pasión.