Domingo de Ofrenda Grande en el Santuario de Sonsoles, abarrotado para la ocasión como algunos, ya veteranos, no recordaban. Sonsoles e Irene, dos vecinas de Niharra, protagonizaron el juego de la bandera con fuerza y brío tras la misa mayor, oficiada por el cardenal Antonio Rouco Varela, arzobispo emérito de Madrid, que llegó unos minutos tarde, con lo que los actos posteriores sufrieron algo de retraso.
Como manda la tradición, esta segunda ofrenda de octubre en Sonsoles es la protagonizada por el Valle Amblés, cuyas gentes volvieron a volcarse en una ofrenda que muestra la devoción y el cariño por la Virgen de Sonsoles, engalanada con un manto rojo de flores para la ocasión. Este año el protagonismo recayó en Niharra y fueron tres los vecinos que tuvieron el "honor" de dar vuelo a la bandera, Juan Antonio Jiménez, antes de la misa, y después Sonsoles e Irene, la hija del primero, ya ante la atenta mirada de todos los presentes y de la imagen, que poco antes había salido en procesión. Tras los dos ofrecimientos, muy aplaudidos, la Asociación Ecuestre Amigos del Caballo de Ávila y la asociación de caballistas Adeluaca de San Bartolomé de Pinares realizaron a caballo una ofrenda floral a la Virgen.
A media mañana ya se podía ver una gran hilera de vehículos en la carretera de subida al santuario que anunciaba fiesta importante y también las zonas de aparcamiento y caminos próximos, donde no cabía ni un alfiler. Ya dentro del recinto, los más madrugadores pudieron seguir la misa solemne del mediodía, oficiada por Rouco Varela y cantada por el grupo Espigar de Muñogalindo, aunque en esta ocasión no se podía escuchar desde los exteriores de la ermita. Dos horas antes ya había tenido lugar la tradicional misa del peregrino.
Tras la celebración eucarística, que contó con la presencia del alcalde de Ávila, Jesús Manuel Sánchez Cabrera, y de otros alcaldes del Valle Amblés, como los de El Fresno o Solosancho, el repicar de las campanas y el himno nacional a la dulzaina anunciaron la salida de la imagen de Nuestra Señora de Sonsoles de la ermita, ante la expectación de los cientos de personas allí presentes. Portada por los anderos, inició su recorrido procesional por dentro del recinto hasta llegar a la zona vallada para el baile de la bandera. Sonsoles Fernández, de Niharra, fue la primera en protagonizar este acto cargado de simbolismo y que requiere fuerza, ritmo, equilibrio y destreza para poder enrrollar y desenrrollar la bandera. Lleva ensanyando "desde mayo" y para ella el momento más complicado fue el del paso por las rodillas. A su término, y tras recibir los aplausos y las felicitaciones de sus paisanos, no pudo evitar emocionarse, no en vano la devoción por la Virgen de Sonsoles viene de familia, como ya indica su nombre. La otra voluntaria que tomó el relevo fue Irene Jiménez, la encargada de repetir el 'baile' en la parte posterior del santuario. Se da la circunstancia de que hace 15 años, cuando ella tenía un mes de vida, fue su padre quien se encargó de la bandera en nombre de Niharra, una tradición que en este caso, como la devoción, ha quedado en familia.